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El gran escritor tucumano Pablo Rojas Paz (1896-1956) publicó en 1939, en este diario, un revelador artículo titulado “El oficio …


El gran escritor tucumano Pablo Rojas Paz (1896-1956) publicó en 1939, en este diario, un revelador artículo titulado “El oficio de escritor”. Decía que, salvo casos muy especiales, “el escritor argentino debe regalar su trabajo”; debe “buscar, más allá de la actividad literaria, un oficio, un trabajo que le dé para vivir, que le permita llevarse un pedazo de pan a la boca. Y es así que hay poetas empleados en casas de cambio, novelistas que son corredores de artefactos eléctricos, críticos de arte que han conseguido un puesto en una oficina. De este modo, la literatura no es un trabajo, sino una cosa más en la vida, algo que parece un lujo, un adorno de la existencia y no una respuesta al vasto dolor y a los cuidado pequeños que constituyen todo un ser”.

Apuntaba que “hay algo que no se paga con nada y que el escritor lo necesita más que nadie. Ese algo es el tiempo. Cuando el hombre de letras, novelista, poeta o crítico, ha terminado su labor diaria y quiere dedicarse a escribir una página más de su libro, advierte que sus fuerzas físicas y mentales no le responden, ya agotadas casi por el exceso de trabajo extraño a las letras que debió desarrollar durante todo el día”. Confesaba Rojas Paz no saber en qué tiempo él escribía. “Es como si estuviéramos haciéndole la rabona a la vida: hay que escribir furtivamente, a hurtadillas, a ratos perdidos, como quien cultivara un vicio detestable”. Tras una serie de consideraciones similares, reflexionaba que “algún día se resolverá quizá favorablemente el drama económico del escritor. Pero no lo resolverán las condiciones económicas del medio ambiente, sino las normas de cultura fortificadas por una educación superior. Y dejará de existir entonces el caso del escritor que tiene que andar vendiendo artefactos eléctricos para poder vivir”.