El ingeniero Antonio M. Correa logró que la Suprema Corte de Justicia de la Nación reconociera la propiedad intelectual de su trabajo.
El primero (y durante mucho tiempo único) mapa de la provincia de Tucumán, ejecutado con todas las de la ley, fue obra del ingeniero geógrafo Antonio M. Correa (1853-1928). Era un santiagueño que vivió la mayor parte de su vida en nuestra ciudad, en cuya vida cultural y cívica actuó de manera destacada.
Correa arribó a Tucumán cuando terminaba la década de 1870, y al muy poco tiempo empezaron a confiarle comisiones técnicas oficiales, cuya lista completa sería interminable. Al comenzar el decenio siguiente, inició la tarea de recolectar datos sobre la geografía de Tucumán. Lógicamente, ese afán lo llevaría a conocer como nadie todos los puntos de la provincia.
Trabajo pionero
Corría 1888, cuando terminó su gran trabajo cartográfico. Lo editó con un nombre extenso: “Primer mapa de Tucumán y parte de las provincias limítrofes, para servir de ilustración a las cuestiones sobre límites, por Antonio M. Correa, según datos propios recogidos durante ocho años y otros suministrados por personas de reconocida competencia. 1888”.
Al aparecer el mapa, José R. Fierro le dedicó un elogioso artículo en “Tucumán Literario”, basado en su experiencia docente. Recordaba que, cuando en 1879 tuvo necesidad de conocer detalles de la geografía tucumana, solamente había disponible “el mapa de don Nicolás Grondona, ingeniero municipal del Rosario de Santa Fe, como única fuente de datos; pero tuvimos que renunciar a él por su falta absoluta de verdad”.
El antiguo mapa de Martín de Moussy (1869) tampoco era utilizable, lo que para Fierro constituía un verdadero apuro. “Teníamos que enseñar en la Escuela Normal, y enseñar de modo que nuestras lecciones fueran modelo, puesto que de ese resultado dependería el éxito de nuestra carrera profesional”, recordaba.
Ingrata sorpresa
En esa época supo que Correa estaba recabando datos para su mapa. Es de imaginar que la aparición del mismo le resultó más que bienvenida. Para Fierro, más allá de “algunos defectillos” a corregir, este “primer mapa de Tucumán es exacto y original”, perfectamente apto para la enseñanza, y con el valor agregado de que fijaba “por primera vez cuáles fueron los exactos límites de esta provincia”.
Su trabajo obtuvo, en 1889, el Segundo Premio y Medalla de la Exposición Provincial de Rosario. Luego vinieron distinciones del extranjero: Diploma y Medalla en la Exposición de Saint Louis, en 1904 y Diploma y Medalla en la Exposición de San Francisco de California, en 1915.
Pero, en 1894, el ingeniero Correa se topó con una ingrata novedad. Ocurría que la conocida editorial porteña de Ángel Estrada, había procedido a editar y comercializar, bajo la dirección de Carlos Beyer, un mapa de Tucumán que Correa consideró prácticamente calcado del suyo, por cierto que sin su conocimiento ni su autorización.
El fallo de la Corte
A pesar del prestigio que rodeaba a la editora, Correa resolvió iniciarle la correspondiente acción judicial. Lo patrocinaba el doctor Benjamín Paz (h). Como es de rigor, el pleito se arrastró durante largos años por los tribunales de la Capital, hasta que el juez federal Agustín Urdinarrain, en 1899, emitió un fallo que absolvía a la casa Estrada.
El resultado no amilanó al ingeniero Correa, quien apeló hasta llegar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El alto tribunal se tomó su tiempo. Recién el 13 de junio de 1901, emitió una sentencia donde daba la razón a Correa, revocando el fallo de Urdinarrain. Firmaban los doctores Abel Bazán, Juan E. Torrent, Nicanor González del Solar y, en disidencia, Octavio Bunge.
El pronunciamiento tuvo un largo trámite previo. Resultaron decisivos los informes que produjeron los ingenieros Carlos Maschwitz, Emilio Mitre y Eduardo Oyuela, quienes afirmaron que el mapa de Estrada era una copia del de Correa. En su fallo, la Corte consideró que “respecto del plagio del mapa en cuestión y la existencia de los perjuicios causados, las pruebas acumuladas en la causa suministran elementos de juicio suficientes para resolver con la debida justicia”.
La originalidad
Encontraba concluyente el informe de los peritos, “por la notoria autoridad de los tres ingenieros que lo suscriben, pericia que no puede ser desvirtuada sino con hechos comprobados de su inexactitud”.
Entendía la Corte que “no se ha demostrado que, antes del mapa del actor, hubiera existido algún otro especial de la provincia de Tucumán, que hubiera servido de modelo al uno o al otro de los dos, quedando así evidenciada la prioridad y originalidad del de Correa”. Y en cuanto a los mapas que exhibía la casa Estrada para probar que había usado otros elementos para confeccionar su cartografía, sólo “sirven para demostrar que el mapa de Correa los ha corregido y mejorado; de manera que la casa editora de Estrada no ha necesitado más que copiarlo, para ofrecer en venta la obra más adelantada que existía sobre la materia hasta la fecha”.
El tribunal agregaba que “debe tenerse presente que puede cometerse usurpación de propiedad literaria o artística, aun cuando la copia o plagio consumados presenten diferencias triviales, rebuscadas intencionalmente para ocultar o disimular el hecho; como sucede frecuentemente en la falsificación de las marcas de fábrica, en que se procura introducir diferencias calculadas y maliciosas, que la ley previene y desautoriza en sus previsoras disposiciones”.
Daños y perjuicios
En cuanto a los daños y perjuicios reclamados, la Corte entendía que su existencia estaba demostrada, “pues consta que la casa demandada ha vendido una cantidad de mapas, cuyas utilidades deben corresponder, en calidad de indemnización de perjuicios, por razón del lucro, causados al autor y propietario del mapa, don Antonio M. Correa”. Éste reclamaba una indemnización de 12.000 pesos con más sus intereses y costas.
En un entusiasta artículo, la “Revista de Tucumán”, en 1901, se ponderaba la decisión de la Corte. Venía a zanjar un juicio donde, afirmaba, “se hizo gala de la fecundidad de los recursos dilatorios y de la chicana”. Informaba que, según manifestaba Correa, “tenía en preparación, cuando editaron el mapa plagiado, otro completo y con datos nuevos y más exactos; pero suspendió su publicación hasta saber si su trabajo constituía un negocio para el primero que se presentara sin respeto alguno al derecho privado, es decir, hasta la resolución del pleito”.
Verdadero triunfo
Apuntaba, así, que “el mapa de Estrada es ya viejo, y es una mistificación lo que dice –al pie- que ha sido hecho de acuerdo con datos oficiales recientes, cuando estos están en contradicción completa con aquél”. Subrayaba la importancia de la sentencia. “Ha hecho jurisprudencia clara sobre la propiedad científica y literaria en la República, y se evitarán en lo sucesivo esas perjudícales usurpaciones del trabajo ajeno”.
Hacía notar que el doctor Paz, defensor de Correa, “ha conseguido un verdadero triunfo, porque ha luchado contra una notabilidad del foro porteño: el doctor Indalecio Gómez, que defendía a los señores Estrada y Compañía”. Correa editó en varias ocasiones, luego del fallo, su famoso mapa. La última versión, del Instituto Geográfico Militar, apareció en 1921.
Por cierto que el mapa de Tucumán distó de ser la única obra editada del ingeniero Correa. Por ejemplo, publicó en 1910 “Corografía de Tucumán, con datos oficiales los más recientes”, y en 1912, la monografía premiada “Primer Centenario de la Batalla de Tucumán”. Ese año redactó una primera versión de la “Geografía general de la provincia de Tucumán”, que sería editada recién en 1925. Además, fue autor de múltiples trabajos geográficos e históricos que se publicaron en diarios, en revistas o en capítulos de libros, y dejó varios inéditos.
“Factor de progreso”
Merece destacarse su excelente copia del plano de San Miguel de Tucumán en 1821, obra de Felipe Bertrés, que tiene inapreciable valor por haberse extraviado el original. Ejecutó también un magnífico plano de la Batalla de Tucumán. Su nieta, Nelly Correa, conserva enmarcado el original, dibujado sobre seda con tintas de colores.
El destacado geógrafo tuvo asimismo una notable actuación política. Fue tres veces diputado a la Legislatura entre 1900 y 1912, y dos veces senador provincial, de 1912 a 1918. Falleció en Tucumán el 5 de setiembre de 1928. LA GACETA le dedicó una gran nota necrológica. Afirmó que, con su muerte, partía “uno de los hombres a quien no sólo Tucumán, sino la Nación, deben el tributo de un homenaje”, por haber sido “un factor de evidente progreso” que “puso al servicio de su Patria y de sus connacionales, su inteligencia, su preparación y su buena voluntad de hombre laborioso, inspirado en los más altos ideales cívicos”.