En un comentario de Juan B. Terán.
Como es sabido, la trágica peripecia del líder en Tucumán de la Liga del Norte contra Rosas, Marco Manuel de Avellaneda, fue narrada por Esteban Echeverría en su largo poema “Avellaneda”, de 1849. Juan B. Terán comenta esa obra en la compilación titulada “Reflejos autobiográficos de Marco M. de Avellaneda. 1813-1841”, que se editó en 1922. Afirma que Echeverría “no logró dar a su ‘Avellaneda’ el relieve y la fuerza digna del asunto, por falta de inspiración y de ejecución”. Aunque podría ser la base de un “poema inmortal” ese argumento, donde se mezclaban “armoniosamente la más estricta realidad con la fantasía”.
Destaca como felices los diversos momentos en que el poeta presenta a Avellaneda: el mandato que siente descender sobre su corazón, incitándolo a luchar contra la tiranía; la agitación de su espíritu frente a la dificultad de la empresa; y cómo todo eso absorbe sus horas, al mismo tiempo que la vida lo convoca a la juventud y al amor. Piensa que a otros momentos no necesitó imaginarlos, “porque le serían narrados por amigos comunes, probablemente por don Juan María Gutiérrez, entre otros”.
A juicio de Terán, “la personalidad de Avellaneda no es materia que llame al estudio histórico, porque su destino propio está en el drama, en la epopeya, en la leyenda. Pertenece a la parva familia humana que dá la sustancia a las creaciones artísticas, que mantienen ante los ojos de los hombres la ilusión y el consuelo de las virtudes supremas”. Por eso fue que, ni bien muerto, se inició con Echeverría “el esfuerzo del poeta por hacer el poema al que su vida incita”.