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JUAN B. TERÁN. El rector de la Universidad en el campo, junto a su esposa y cuatro de sus hijos

Se preguntaba sobre el destino de su vida.


El 20 de septiembre de 1917, el doctor Juan B. Terán era nuevamente elegido rector de la Universidad de Tucumán, todavía provincial. La casa era producto de su iniciativa y la conducía desde 1914. En la demostración que le ofrecen con motivo de la elección, afirma, entre otras cosas, su convicción de que en el mundo se ha abierto una nueva época, “una nueva sociedad o, mejor dicho, una nueva alma”. Así, “como nunca, pesan deberes sobre los vigías de la sociedad que son las universidades. Cumpliremos los nuestros con modestia y con firmeza”, asegura.

En su diario personal, hace una larga anotación. “Ayer he sido reelegido rector de la Universidad unánimemente”, escribe, con los 28 votos de consejeros y profesores y, “al agradecer en breves palabras a la Asamblea Universitaria, he dicho esto: que la obra universitaria ha fijado definitivamente el destino de mi vida”.

A continuación, se pregunta: “¿Será así? ¡Cuántas sorpresas encierra la vida de un hombre! Apacible, meditativo, incapaz del dogmatismo que supone la acción política, quién sabe si no me arrastra mañana la prédica social o política. Y… quizás todavía, odiador de libreas, humanista, cristiano de verdad, amador de todos los hombres, el destino no deja caer sobre mis hombros la casaca militar. En las épocas de transición y turbación, las posibilidades abiertas a la carrera humana son tantas.”

Añade: “He citado las posibilidades más extrañas e ilógicas. Las más previsibles son las de agricultor, conservador de museos, instructor de milicias, secretario de un comando, cronista o enviado diplomático. Pero en todas seré un amador de la naturaleza, un tolerante y transigente entre las ideas contradictorias, un incapaz de odio y de mal: un poco de enamorado y un poco de monje”.