Imagen destacada
EL SABLE CORVO. La famosa arma sanmartiniana, en el dibujo ejecutado por Alberdi al pie de una de sus cartas la gaceta / archivo

Alberdi examinó dos tesoros de San Martín


Días pasados, reprodujimos los tramos sustanciales del testimonio del tucumano Juan Bautista Alberdi sobre su primer encuentro con el general José de San Martín en París, en la casa de Guerrico. Hay más respecto a ese contacto.

Posteriormente, Alberdi fue invitado por Mariano Balcarce, el yerno del Libertador, a visitarlo en la residencia de Grand Bourg. En su crónica, Alberdi describe la casa, en la cual el general ocupaba las habitaciones orientadas hacia el norte.

“Allí, en un ángulo de la habitación descansa impasible, colgada al muro, la gloriosa espada que cambió un día la faz de la América Occidental. Tuve el placer de tocarla y verla a mi gusto”, expresa Alberdi. La describe como “excesivamente curva, algo corta, el puño sin guarnición; en una palabra, de la forma denominada vulgarmente moruna. Está admirablemente conservada: sus grandes virolas son amarillas, labradas, y la vaina que la sostiene es de un curo negro graneado semejante al del jabalí; la hoja es blanca enteramente, sin pavón ni ornamento alguno”.

También examinó detenidamente el famoso estandarte del conquistador Francisco Pizarro, que el Cabildo de Lima obsequió a San Martín. Lo desplegaron sobre el piso. “Es como de nueve cuartas nuestras de largo, y su ancho como de siete cuartas”. El fleco de seda y oro ha desaparecido casi totalmente.

Se puede decir que “del estandarte primitivo se conservan apenas unos fragmentos adheridos con esmero a un fondo de seda amarillo”. Al centro, donde estaba el escudo, “hoy no se ve sino un tejido azul confuso”. El estandarte llevaba adheridos diferentes letreros, donde constaban las ocasiones ceremoniales en que lo paseó cada alférez real.