Cuatro años después de patentado el invento y el mismo año en que llegó a la Argentina, lo instaló en Tucumán don Pedro Etchevehere.
El teléfono tiene una pintoresca historia. Abundan, a su respecto, las referencias en internet. Nos informan que este aparato (definido como “un dispositivo de telecomunicación diseñado para transmitir señales acústicas a distancia, por medio de señales eléctricas”) fue inventado por el italiano Antonio Meucci (1808-1889) en el año 1854. Lo bautizó “teletróffoni”, y llevó a cabo, en 1860, una demostración pública de las posibilidades de su creación.
Pero Meucci no tenía los 250 dólares necesarios para patentarlo en la correspondiente oficina de Nueva York: sólo pudo costearse el trámite preliminar, que era vigente por un año y que renovó en 1871 y 1873. Pero rápidamente se movió el norteamericano Alexander Graham Bell y lo patentó a su nombre, en 1876, aunque sin darle la designación de “teletrófoni”.
En la Argentina
Meucci, al enterarse, inició un litigio judicial. Abogados inhábiles o inescrupulosos, más la estrategia de poderosas corporaciones norteamericanas, atascaron totalmente el trámite. Al fin, Meucci murió pobre y olvidado a los 81 años, en 1889, sin poder hacer valer sus derechos. Recién en 2002 la Cámara de Representantes de Estados Unidos lo reconoció como el inventor del aparato
En la Argentina, el invento patentado por Bell llegó en 1880. Según Diego Abad de Santillán, ese año se instaló en Buenos Aires la “Pantelefónica Gower Bell”. Inauguró sus instalaciones en 1881, con 20 abonados. Cinco años después, la “Unión Telefónica” compró sus acciones, constituyendo la “Unión Telefónica del Río de la Plata”.
Noticia de 1878
Pero nos interesa el arribo del sensacional invento a Tucumán. En 1878, o sea dos años después de la patente de Bell, el diario local “La Razón”, en su edición del 13 de enero, publicaba un suelto titulado “Conocimientos útiles. El teléfono”.
Decía allí que “hace poco más o menos de un año, casi todos los niños de Tucumán hacían uso de un juguete con el que podían conversar a distancia y que por esta razón denominaban ‘telégrafo’, compuesto de dos pedazos de caña hueca, abiertos en una extremidad y cerrados en la otra con una membrana cualquiera, y unidos entre sí por un hilo”. El diario publicaba traducido el artículo de un periódico francés, y comentaba que “ese instrumento ha sido perfeccionado de tal modo, que se piensa seriamente en aplicar industrialmente la transmisión de la palabra a distancias muy largas…”
En Tucumán
Dos años más tarde, en 1880 (es decir, justo cuando aparecía en Buenos Aires la “Pantelefónica Gower Bell”), un vecino de Tucumán, don Pedro Etchevehere, instalaba la primera empresa telefónica que conoció la provincia. Así lo informa una breve noticia histórica de la “Guía Ilustrada de Tucumán para el viajero” (1801), de Colombres y Piñero.
De lo rápido que se extendieron las líneas en nuestro territorio puede dar idea el dato de que, en 1882, el desaparecido Ingenio Perseverancia, ubicado sobre la avenida Roca a 18 cuadras de la plaza Independencia, ya tenía conexión telefónica, según consta en la documentación. La oficina central de Etchevehere se inauguró el 18 de noviembre de 1884.
Don Pedro se preocupó por expandir el servicio. El 27 de noviembre de 1883, en “El Orden”, publicitaba los novísimos aparatos Siemens, además de informar el nombre de los abonados que lo poseían. Dos días después, la Municipalidad le permitía colocar una línea “desde uno de los quioscos de la plaza Independencia hasta el establecimiento azucarero de Etchecopar”, es decir el ingenio Lastenia.
En 1889, por ley, se autorizaban tres líneas a Etchevehere. Una, desde la estación del Ferrocarril (San Martín y Marco Avellaneda) al Cabildo: otras dos, desde los puntos que indicase el Gobierno hasta el Cabildo, cada una con un aparato Siemens. Además, se colocaría “una campanilla en la Comisaría de Policía, con un botón eléctrico que corresponderá al Ministerio de Hacienda. Y otra campanilla en la galería alta (del Cabildo) con tres botones para el servicio”. También tendería por separado una línea a la oficina central, para comunicarse con todos los abonados.
Para 1900, la telefonía tucumana se enorgullecía de tener una extensión urbana de 300 kilómetros y una rural de 400 kilómetros. En 1904, Villa Nougués estaba unida telefónicamente con la ciudad capital.
Nuevos tendidos
En 1905 se autorizaba por decreto una línea con Yerba Buena: así, decían los considerandos, “la Capital quedará unida con Tafí Viejo por el norte; por el sur, con Lules; por el este, con Alderetes y Pozo del Alto, y por el oeste, con Yerba Buena”. Dos años después, vino la línea a Villa Alberdi, “pasando por Yerba Buena, Lules, Famaillá, Monteros, Concepción y Aguilares”. En 1909, por otro decreto, la línea a Bella Vista, “hasta tanto se someta al Poder Ejecutivo el plan general de establecer teléfonos en todos los pueblos de campaña”.
Además, ese año 1909, una ley del Congreso subsidiaba con 10.000 pesos al ingeniero tucumano Virgilio López García, para trasladarse a Estados Unidos y perfeccionar su invento de una “membrana vibratoria” para el teléfono. Esta permitía “una reproducción de fidelidad realmente admirable de la voz humana, con la supresión de ese sonido desagradable, estridente y gangoso que poseen los aparatos modernos”.
Sucesivos dueños
A comienzos del siglo XX la empresa telefónica ya estaba en manos de Dermidio Martínez Zavalía, cuya firma se denominaba “Empresa Telefónica Central”. En los avisos que publicaba en 1901 ofrecía “a tarifas sumamente módicas” los aparatos “domésticos”, aptos para “casas de familia, bancos y reparticiones públicas”. Asimismo, los teléfonos “movibles Ericsson para colocar sobre escritorios, mesas, etcétera”.
Los siguientes propietarios de la “Telefónica Central” fueron Eduardo Leston y Emidio Vallejo. En 1916 ya tenían en funcionamiento 1.000 aparatos en la ciudad y 200 en la campaña. Las oficinas estaban en la calle Buenos Aires 92 y eran atendidas por personal femenino.
A comienzos de la década siguiente, la firma telefónica de Tucumán pasó a manos de la sociedad Redomero, Palisa y Romero.
La CAT, hasta 1992
En LA GACETA del 3 de junio de 1920 se informaba, con el título “Importante operación”, que Leston y Vallejo habían vendido la Empresa Telefónica Central “con la concesión correspondiente, a una nueva sociedad -que giraba con un capital de 1.200.000 pesos-, “formada por los señores Antonio Redomero, Ramón F. Palisa y Marcos Romero”, por la suma de 2.100.000 pesos. Esa firma construyó el edificio de Muñecas 266, y el 4 de enero de 1926, luego de la instalación subterránea de un nuevo cableado, inauguraron el sistema de “batería central”, que era toda una innovación.
Al año siguiente, la flamante “Compañía Argentina de Teléfonos” (del grupo Ericsson, que desde 1920 operaba los aparatos de Entre Ríos y Santa Fe) pasaría a hacerse cargo del servicio de Tucumán. Esto hasta febrero de 1992, año en que el fondo de comercio se transfirió a Telecom Argentina.
Tal, la sintética historia del servicio que había comenzado a prestarse, vimos, el mismo año en que lo tuvo Buenos Aires, y cuando habían transcurrido apenas cuatro desde que Bell patentó el invento de Meucci.