Conceptos del ministro Manuel Andreozzi.
En un elocuente discurso del 8 de julio de 1939, el entonces ministro de Gobierno, doctor Manuel Andreozzi, destacó la significación del maestro. Dijo que “año tras año, van sedimentándose, en el alma de los niños y de los jóvenes, no solamente las nociones de las ciencias y de las artes, sino que va eslabonándose el conjunto de ideas fundamentales que serán el basamento de la propia cultura. El alma de los niños es, así, como un disco virgen en el que se graban día a día, con caracteres propios y distintos, las huellas que deja la cultura del maestro”. Ella imprime y modela el espíritu de la niñez y de la juventud.
“Guía permanente de sus rebeldías; aliento para las empresas de ese imaginaria caballería que son sus ideales; cauce y dique para las correntadas que desatan el instinto o las inclinaciones del espíritu; ánimo para los desfallecimientos, para esos ‘pozos de aire’ en los que cae el alma cuando algún sacudimiento brutal le ha hecho perder el equilibrio; y sobre todo luz, que penetra los rincones oscuros, ahuyenta las sombras y las hace huir cuando se creían seguras, agazapadas en el silencio y en la complicidad, como buscando disimular y ocultar la verdad tras un cendal de bruma”.
Afirmaba que “todo eso debe ser el maestro”. Sus rostros son diferentes. Durante ese viaje veloz que es la vida, “no guardamos de todos los maestro la misma huella ni el mismo recuerdo. Algunos ni siquiera llegaron a perfilar su silueta, cuando ya esta quedó desdibujada, como una nube que cambia en un instante de forma. Otros dejaron la huella de su incomprensión, de su excesiva severidad, de su despreocupación. Pero otros nos acompañaron y nos acompañan aún. Parecen la estrella que con su brillo protege constantemente nuestro viaje, o la luna que, en noches de verano, sigue sin cansancio la estela del buque que nos lleva…”