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ESQUINA DEL TEATRO ALBERDI. Su cúpula era majestuosa para un niño de los '20, década de edificios chatos. LA GACETA / ARCHIVO

El recuerdo de un vecino de los años 1920


En sus sentidas “Memorias de un chango tucumano” (UNT, 2003), Ramón Alberto Alderete Núñez (1919-1999) retrata la calle Crisóstomo Álvarez al 800 de su niñez. Como hoy, dice, “la Crisóstomo” se convertía recién en “ancha y espaciosa” al llegar a la intersección con Jujuy.

“Arboladas, las aceras de nuestra cuadra y las siguientes eran generosas para una arteria que no pretendía ser avenida, y eran baldeadas y lavadas prolijamente antes de que despuntara el sol”. Recuerda que un árbol frondoso daba bienvenida sombra sobre su casa, de mayo a setiembre. “Luego las lluvias, con sus abundantes aguaceros y las rigurosas temperaturas de verano le daban una majestuosidad y una belleza como para competir con los árboles que crecen libremente en la campiña tucumana”.

En la esquina Jujuy estaba el teatro Alberdi, “cuya cúpula se levanta aún hoy, pero ya no con la majestuosidad que tenía por entonces a mis ojos”, ya que “la edificación vecina lo ha aplastado visualmente”.

Al frente del teatro, “un viejo cafetín: tres mesas de billares o de ‘billas’, como decíamos en nuestro argot tucumano; un mostrador no muy prolijo, sobre el que se asentaban la vieja máquina express y la pileta de lavar vajilla con su silueteado grifo coronado por una cabeza de cisne”.

En el otro frente, haciendo cruz con el teatro, un almacén con vidriera y base de mármol blanco. Finalmente, “completando el recuerdo de la esquina, estaba el aserradero de Mora, donde hoy se asienta el edificio del Automóvil Club, salvo una pequeña fracción de la calle Jujuy, donde se construyó una casi lujosa vivienda”.