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LA QUINTA. El pórtico de entrada a la Escuela de Agricultura y Sacarotecnia, en una foto de 1916.

Cementerio de coléricos, polvorín y lazareto.


El ingeniero Julio S. Storni (1884-1969), interesante y original figura de los ambientes universitarios y políticos de la ciudad, publicó en 1936 el artículo “Algunos antecedentes históricos sobre la Escuela de Agricultura y Sacarotecnia”, de la que era catedrático y jefe de Cultivos Experimentales. Allí aportaba datos sobre la vieja Quinta Agronómica, donde funcionaba entonces la Escuela.

Señala que “con motivo del cólera de 1886, este terreno fue destinado a enterratorio de las víctimas del flagelo que se prolongó, si no estoy equivocado, hasta 1887”. Narra que en dicho predio “a veces, al efectuar excavaciones para la plantación de árboles, se encuentran restos humanos, la mayoría en desecho; lo que quiere decir que el 99 por ciento del fósforo y la cal de los mismos se ha incorporado al suelo, fertilizándolo”.

Añadía que, alejada la epidemia de cólera, “según informaciones de un antiguo vecino, la quinta se arrendó al ingeniero Marcos Olmos, quien a su vez la subarrendaba para pastoreo de hacienda y uno que otro cultivo, con preferencia el del maíz”.

Aportaba también referencias posteriores. Existieron en la Quinta Agronómica, escribe, “otras instituciones”. Primero, “un Polvorín que databa más o menos del 58 (1858) y que funcionó, según datos recogidos, hasta 1920, y cuyo edificio hice demoler el año pasado (1935)”. Dicho Polvorín, durante la epidemia, fue temporalmente desalojado. Agregaba que “funcionó también normalmente y con instalaciones propias, por espacio de muchos años, el Tiro Federal, y en 1895, con motivo de una posible guerra con Chile, alcanzó actividad extraordinaria”. Tras retirarse el Tiro, en sus instalaciones y en las anteriores, estuvo ubicado “el Lazareto”, para enfermos leprosos, “que ocuparon el lugar hasta 1927”.