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TOBÍAS ROSENBERG. Un destacado estudioso, autor de "El alma de la montaña". LA GACETA / ARCHIVO

Tobías Rosenberg y nuestra montaña.


Ese destacado investigador y estudioso que fue Tobías Roisenberg (1911-1960) editó en Tucumán, en 1943, “El alma de la montaña”. Enamorado de ese paisaje, afirma que “tiene nuestra montaña -montaña del Tucumán- toda la variedad de luz y color que sólo la naturaleza sabe poner en sus obras predilectas”.

Desnuda y dormida en invierno, despierta “cuando una oscura golondrina cruza los aires para trazar en el azul la elipse de su vuelo. Entonces habla con ritmo de música; ríe con gorjeo de ave y muestra su faz: arco iris de magnífico esplendor, dibujado por flores silvestres que perfuman los cerros y alegran los valles”.

Describe lo que ofrece la montaña. “Perfumes de amancayes y de tuscas que se confunden con los aromas de flores de durazno, de ‘lata i’pobre’, de naranjos perdidos allí, junto a cevilares enormes, a laureles seculares ennegrecidos por los vientos, las aguas y los soles”. Presenta “arroyos y ríos que se despeñan de las cumbres, en galope de potro indomable, para perderse en la espesura montaraz y bravía de los valles”.

Hay más. “Estrepitosa baraúnda de catas y de loros. Mañaneros silbos de huaipos, cantos de reinamoras y de zorzales, arrullos de palomas y de aguas mansas que acarician a las piedras con ternura de novia, recordando supersticiones y leyendas milenarias y, allí también, en las cumbres, lejos del ruido del llano, hombres tristes, de corvas espaldas, de rostros de bronce y de almas grises que cuando la montaña se vuelve azul por la tormenta, gimen e imploran levantando sus brazos al cielo para semejar fantásticos cactus en medio de la soledad”.