Serían dos, y ninguno miembro del Congreso.
No hubo sesión pública del Soberano Congreso el 30 de agosto de 1816. Pero sí se realizó una secreta, en la mañana del día anterior. El tema que se trató fue el de la invasión portuguesa a la Banda Oriental, y la indicación del agente de las Provincias Unidas ante el Brasil, Manuel José García, de que el Congreso enviara representantes para tratar con el teniente general Federico Lecor, jefe del ejército invasor.
Se sucedieron largas discusiones sobre el número de enviados, y sobre quién debía nombrarlos. Finalmente, se acordó que el Congreso nombraría “dos individuos que no sean de su seno”, a esos efectos. Uno tendría carácter público: reclamaría el cumplimiento del armisticio de 1812 y pediría explicaciones a los portugueses por su conducta hostil.
El otro, de carácter privado, se entrevistaría con Lecor, “instruido de los sentimientos y disposiciones que animan al Congreso en orden a la forma de gobierno, y de todo lo que previene García en sus comunicaciones”. Todo esto debía ser comunicado al Director Supremo. Se manifestaría “la general resolución del país a defender su libertad e independencia a toda costa”, y “el estado de seguridad con se cuenta por esta parte con respecto al enemigo, obrando a la defensiva”. Se repetía asimismo la instrucción al Director, de solicitar “la unión del general Artigas”.
Se integró una comisión (Sánchez de Bustamante, Anchorena y Serrano) para confeccionar las instrucciones de los enviados. Los diplomas de éstos se refrendarían con un “sello provisional”, donde estarían “los signos de un río, algunas montañas y un sol naciente”. Lo mandarían fabricar por el “talla” (tallador) de la Casa de Moneda de Potosí, que estaba en esa época en Tucumán.