Para disfrutar una de las muchas sorpresas que propone a sus visitantes la ciudad de Buenos Aires, hay que correrse …
Para disfrutar una de las muchas sorpresas que propone a sus visitantes la ciudad de Buenos Aires, hay que correrse hasta la Plaza de Mayo. En la cuadra siguiente a la de la Casa Rosada, al sur (exactamente Balcarce 139), sobre el costado del hoy edificio de la Afip, hay una gran puerta de bronce. En su parte superior, letras del mismo metal indican que es la sede de la Academia Nacional de la Historia.
Si es un jueves o un viernes, y entre las 3 y las 5 de la tarde, cualquier interesado toca el timbre y lo hacen pasar. Dobla por anchos pasillos, sube gradas, traspone una gran portada de cristal decorado y, de pronto, ingresa en el túnel del tiempo.
Sucede que allí se conservan, intactos, la fachada del antiguo Congreso, su “patio de las rejas” y el recinto donde sesionó el Poder Legislativo de la Nación desde 1864 hasta 1905, año en que se trasladó al entonces flamante Palacio del Congreso.
El edificio, diseñado por el arquitecto Jonás Larguía, se empezó a construir en 1862, durante la presidencia de Bartolomé Mitre. Alojó a ambas Cámaras durante cuatro décadas. Allí tomaron asiento y debatieron figuras próceres, como Alberdi, Sarmiento, Mitre, Avellaneda, Roca, Vélez Sarsfield, Alem, para citar solamente algunos. Y de allí salieron las leyes que estructuraron la república después de la Organización Nacional.
Desocupado por el Poder Legislativo en 1905, fue sede del Archivo General de la Nación. Cuando en 1942 construyó su gran edificio el Banco Hipotecario Nacional (hoy Afip), una ley dispuso preservar la fachada, el vestíbulo de entrada y el recinto, que quedaron encerrados por la nueva construcción; y también declaró Monumento Histórico Nacional a esos ámbitos. En 1948, el Estado dispuso restaurarlos, tarea que confió al arquitecto Estanislao Pirovano. Finalmente, se lo destinó para sede, hasta hoy, de la Academia Nacional de la Historia.
Entretanto, por la época en que se desocupaba el antiguo Congreso, la Legislatura de Tucumán iniciaba (1906) los trabajos para contar con sede propia, acondicionando el sector sur de la edificación de calle Rivadavia que ocuparon, sucesivamente, el Convento Mercedario, el Colegio San Miguel, el Colegio Nacional y la Escuela Sarmiento.
Poco les costó lograr que les fueran facilitadas las viejas bancas para equipar su hemiciclo. En 1907 le fueron enviadas las mayoría de las existentes, y unas cuantas pasaron a la Legislatura de Catamarca. Buenos Aires se quedó sólo con un breve número de esos escaños, que hoy están colocados transversalmente en el recinto histórico, bajo el sitial de la presidencia.
Puesto que el Palacio de la Legislatura contará con nuevas y modernas bancas, parece justo que las históricas se restituyan a la Academia Nacional de la Historia, que hoy custodia el monumento nacional del viejo Congreso. No puede discutirse la justicia de una medida de esa índole.