José María Linares se casó con una tucumana.
Tuvo estrechos vínculos con Tucumán el doctor José María Linares (1808-1861), figura destacada en la historia de Bolivia del siglo XIX. Era un aristocrático abogado, que fue el primer presidente civil de su país. Los exilios y las conspiraciones revolucionarias absorbieron la totalidad de su atormentada vida.
Encarnizado adversario del presidente Manuel Isidoro Belzu, debió refugiarse en Chile, y de allí pasó (1851) a Tucumán. Lo llamó Juan Manuel de Rosas a Buenos Aires, pero volvió a nuestra ciudad después de Caseros. Se había enamorado de la tucumana Nieves Frías, hija del ex gobernador José Frías y doña Nieves Gramajo. La boda se armó rápido y el 19 de noviembre de 1852, en la Matriz, el párroco Estratón Colombres la bendijo solemnemente. Vicente Quesada recordaría, en sus memorias, que el boliviano cayó cautivo de “los hermosos ojos de doña Nieves”, y narra que asistió al baile de su casamiento. Pero la nueva pareja sólo pudo estar junta durante escasos cuatro meses. La esposa esperaba un hijo, cuando la política obligó a Linares a dejar Tucumán para trasladarse a Chile y al Perú. Así, estaba ausente cuando nació la niña, bautizada Sofía, a fines de 1853.
Recién en 1859, Nieves y su hija pudieron hacer el viaje a Sucre. Llegaron en “la hora más gloriosa” de Linares, cuando ejercía con dura mano -luego se declaró dictador- la presidencia de Bolivia. Pocos meses después, debió partir a La Paz. No pudo volver a lo largo de todo 1860, y en 1861 fue derrocado y se exilió. Nieves y Sofía quedaron en Sucre.
“Proscripto, recorrió todos los caminos que de la Argentina, Chile y Perú conducen a Bolivia, presentándose donde menos se lo esperaba, a la cabeza de fuerzas considerables o diminutas, siempre en son de revuelta. Pocos conspiradores tuvieron mayor obstinación que él”, sintetizó su vida el historiador Ignacio Bustillo. El 6 de octubre de 1861, el doctor José María Linares falleció en Valparaíso, sin haber visto de nuevo a su esposa y a su hija.