Gracias a que Ángel Paganelli registró el frente original de la Casa Histórica, se lo pudo reconstruir
En los primeros años de la década de 1960, recuerdo que en cada “semana de julio”, una casa de fotografías (ese tipo de negocios que ya no existe) que funcionaba en la calle San Martín al 700 y de cuyo nombre no quiero acordarme, exponía en su vidriera varias fotos originales de Ángel Paganelli. Mostraba también grandes negativos de vidrio, y algunas cámaras antiguas.
Entre el conjunto, estaba la famosa imagen de la Casa de la Independencia. Supe que hubo quienes ofrecieron al fotógrafo comprar ese material, y que pidió precios fuera del alcance del candidato. Tampoco permitía que tomaran reproducciones. Debo tener por ahí alguna foto que intenté sacar a la colección, a la siesta y a través de la vidriera, con ningún éxito. Después, cerró esa casa y nunca he sabido a manos de quién pasaron fotos y negativos.
Esa imagen del frente ruinoso de la casa del histórico Congreso, merece que se le dedique unas líneas especiales, por el papel que jugaría años después.
Frente y galería
Un día de 1868 o 1869, el fotógrafo Ángel Paganelli resolvió, sin imaginar ni remotamente la importancia que su toma tendría con el tiempo, registrar el ya derruido frente del caserón que perteneció a los Laguna Bazán.
Hoy es una imagen archiconocida y publicada mil veces. La casa aparece en estado de ruina, con el revoque saltado en todas partes, y hasta carcomida la base de una de las columnas. En fin, un edificio que respira abandono y destrucción por todas partes. Sobre la vereda, aparecen sentadas dos personas. Algunos dicen que se trataba de ayudantes de Paganelli, conductores del carro que llevó al fotógrafo con cámara y trípode hasta ese lugar.
Además de registrar la fachada, Paganelli tomó una foto de la galería. Se ven allí dos señoras sentadas y, a un costado, se divisa parte de un carro cobijado bajo la techumbre de teja. Estas son las tomas seguras de su autoría. Se atribuye también a Paganelli una tercera foto antigua, donde aparecen, en otro extremo de la galería, varias personas congregadas en aparente calidad de visitantes.
Un pionero
Otras veces nos hemos ocupado de la vida y obra de Ángel Paganelli. Era un italiano nacido en Sasseta, hacia 1832. Sin duda en busca de mejor fortuna, se embarcó para el Plata en 1860, con su hermano José. Se afincaron en Córdoba y se dedicaron a la gran novedad de la fotografía. Un día se trasladaron a Tucumán. Pero a poco andar José regresó a Córdoba, mientras Ángel decidía quedarse en esta ciudad. Aquí formó su hogar y se casó con una tucumana.
En esa época, la fotografía se usaba casi exclusivamente en la obtención de retratos. Paganelli, para atraerse clientela, empezó a obsequiar a sus retratados imágenes de edificios, calles e ingenios de Tucumán, que hasta entonces a nadie se le había ocurrido captar. Gracias a eso, tendríamos las fotografías más antiguas de exteriores de Tucumán que se conocen hasta la fecha
La de la Casa Histórica, junto con varias otras de su cámara, fue publicada por primera vez en 1872, en el libro del doctor Arsenio Granillo, “Provincia de Tucumán. Serie de artículos descriptivos y noticiosos”, que se imprimió en nuestra ciudad ese año. En el tomo se intercalaban fotografías originales, pegadas sobre hojas blancas, con un epígrafe impreso. Constituye hoy una joya bibliográfica, aunque su texto es conocido porque se lo reeditó en 1947 y actualmente, lo tiene en prensa la Fundación Miguel Lillo para su “Colección del Bicentenario”, de inminente aparición.
Cambio de fachada
La historia de la Casa de la Independencia es bastante conocida. El Gobierno Nacional la adquirió en 1869 (o sea en la época de la foto) para instalar allí las oficinas del Correo y del Juzgado Nacional de Sección. Para acondicionarla, además de practicar cambios interiores, procedió a demoler el frente de las columnas torsas y lo reemplazó –describe el arquitecto Mario J. Buschiazzo- “por una singular fachada neoclásica, con pilastras y medias columnas dóricas soportando un entablamiento y gran frontis. Una portada central, de medio punto, y seis ventanas, llenaban la fachada. Dos leones acostados flanqueaban el arranque del frontis”. Hallaba “curiosísima esta modificación, que hizo desaparecer la clásica portada colonial de columnas salomónicas con sus ventanas laterales de rejas voladas”. La obra, dispuesta en 1875, se ejecutó recién unos cinco años después.
Piqueta y después
A pesar del nuevo frente, la ruina pronto volvió a avanzar sobre la antigua casa de los Laguna. Tanto, que un día el Correo y el Juzgado debieron trasladarse a otra sede. El edificio quedó entonces cerrado, con techos y paredes en pésimo estado. En 1903, el Gobierno Nacional resolvió demolerlo en totalidad, dejando en pie solamente el Salón de la Jura y cobijar esa “casita” restante dentro de un monumental templete. El conjunto se inauguró en 1904. Se accedía al templete atravesando un gran patio, a cuyos costados se admiraban los relieves en bronce, obra de Lola Mora.
Pasaron los años, y se abrió camino en el país el criterio de conservar y restaurar los antiguos edificios. Cuando se creó la Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos, uno de sus primeros proyectos -motorizado por el dinámico presidente Ricardo Levene- fue hacer que la Casa de la Independencia recuperara su primitivo aspecto. El tema se encargó al célebre arquitecto Buschiazzo. Este empezó a hacer averiguaciones y encontró, en el archivo de la Dirección Nacional de Arquitectura, media docena de planos que se habían trazado, décadas atrás, cuando el Estado Nacional adquirió la casa y reformó su fachada. Esto le permitió tener la planta exacta del edificio.
No a los negativos
Aunque no había plano de fachada, Buschiazzo podía acudir a aquella fotografía que tomó Paganelli siete décadas atrás y antes de las modificaciones. Narra que “se llegó incluso a localizar los negativos, pero la casa fotográfica que los tenía, con poco espíritu patriótico, pidió una suma exorbitante por ellos”. Pero como las imágenes estaban reproducidas en varias publicaciones, no hubo inconveniente en obtener nítidas copias.
Ignoramos si ese fotógrafo que rehusó vender los negativos a Buschiazzo, era el mismo que, dos décadas más tarde, los exhibía en su vidriera de calle San Martín. Mucho antes de su muerte –que ocurrió en 1928- Paganelli ya había perdido su archivo. Según José R. Fierro, quien entrevistó al ya nonagenario fotógrafo en 1927, “cuando empezaron las fiestas centenarias, comenzó la plaga de los buscadores de documentos para el conocido cuento de un libro en preparación, y todos, unos tras otros, corrieron a escarbar y aprovecharse de los archivos del señor Paganelli, y él ponía a disposición de los buscadores cuanto tenía, y eternamente sonriente y pródigo”. Al fin de su artículo, Fierro comentaba que “muy poco le habrán dejado ya”.
La foto clave
Bien seguro Buschiazzo de que contaba con suficientes y fieles documentos como para encarar una seria reconstrucción, se sancionó la ley nacional 12.640, que destinaba la suma de 10.000 pesos para los estudios preliminares. Concluidos estos, el diputado nacional por Tucumán, Ramón D. Paz Posse, logró la ley 12.724, que autorizaba una inversión de 100.000 pesos en los trabajos. En cuanto a la parte que nos interesa, Buschiazzo narraría cómo utilizó la antigua imagen del frente para lograr dibujarlo con exactitud.
Escribe que “sobre una ampliación de gran tamaño de la foto tomada por Paganelli en 1869, calculando que el ojo del observador (en este caso la cámara fotográfica) estaría más o menos a 1.40 metros del suelo, y buscando los puntos de fuga de la perspectiva, por un procedimiento de inversión, se pudo llegar a reconstruir exactamente el plano frontal de la fachada”.
Feliz ocurrencia
Añade que la puerta “estaba en esa época en la colección Gnecco, de San Juan, pero por disidencias con el gobierno no se nos permitió verla y medirla. Hubo que hacer una nueva, copiando la de la foto. Y, cuando años más tarde la colección Gnecco pasó al Museo de Luján, verifiqué las medidas de la puerta auténtica, comprobando que las diferencias eran realmente insignificantes”. Apuntemos que, en realidad, esta puerta no era la principal de la casa sino la de la antesala, pero como las puertas eran iguales en todo el inmueble, la verificación resulta fiel.
Es decir que esa imagen captada cuando la casa tenía todavía la fachada que vieron los congresales de 1816, vino a convertirse en pieza fundamental para la reconstrucción fidedigna de la Casa Histórica. Fue así, una feliz ocurrencia aquella de don Ángel Paganelli, pionero de la fotografía en Tucumán.