El célebre historiador nos visitó en 1907
Cuando visitó Tucumán, en agostó de 1907, el italiano Guillermo Ferrero (1871-1942) era uno de los más famosos historiadores del mundo. Una multitud llenó, el 21, el teatro Belgrano para escuchar su disertación, “Nerón”. Lo presentó Juan B. Terán, con “un discurso hermosísimo”, que demostraba “un dominio absoluto de la obra del maestro”. Luego Ferrero, “con voz clara, en perfecto italiano, sin ademán declamatorio, empieza su conferencia sobre Nerón. Reina un silencio casi religioso”, cronicaba “El Orden”.
Habló casi una hora. Al final, hizo un paralelo entre Nerón y San Pablo. El santo se privó de todo y sufrió hambre y persecuciones por predicar en Roma la doctrina de la redención. El emperador, mientras tanto, llamaba a todas partes del imperio a joyeros, tejedores, agricultores arquitectos, músicos.
En cierto modo, decía Ferrero, fueron colaboradores. Pasaron los siglos. “El nombre del emperador se convertía merecidamente en infame y el del santo brillaba con purísima gloria. Pero al inmenso desorden que sucedió a la disolución del Imperio Romano, cuando se fueron relajando todos los vínculos morales y sociales entre los hombres, cuando la inteligencia humana pareció olvidar la facultad de razonar, los discípulos del santo se dieron cuenta de que los joyeros, los tejedores, los pintores, los músicos del emperador, podían ayudarlos a reunir los hombres en las iglesias y hacerlos oír lo poco que eran capaces de comprender de la sublime moral de Pablo”.
Entonces, al mirar San Marcos, Notre Dame o alguna otra maravillosa catedral de la Edad Media, se ve “rutilar al sol el símbolo luminoso de esta alianza paradójica entre la víctima y el victimario: gracias sólo a esta alianza de la fe y las artes, la Iglesia consiguió dominar el espantoso desorden del Medioevo y transportar el mundo antiguo al moderno”.