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ROMÁNTICO OBSEQUIO. Abanico regalado por su "festejante" a una tucumana, hacia 1900. En el anverso, cada varilla traía escrita la estrofa de un poema. LA GACETA / ARCHIVO

Costumbres sociales hasta promediar el siglo XX.


En la sociedad tradicional, hasta promediar el siglo que pasó se usó la desaparecida palabra “festejante” para designar a quien era más que un amigo y menos que un novio. Por entonces, “novios” eran los resueltos a casarse. En la Enciclopedia Espasa Calpe (1924), entre las acepciones de “festejar”, estaba la de “cortejar” o “galantear”.

El “Código Social Argentino”, de Sara H. Montes (edición 1923), decía que “un festejante no debe considerarse como futuro novio, sino como un posible novio que tiene las prerrogativas de un amigo”. No tiene más derechos y obligaciones que “aquellas que le consiente o crea la festejada”. Podía solicitar visitar la casa de ella “y, en calidad de amigo, festejar o proseguir en forma más seria un festejo iniciado”.

Pero, advertía el Código, “pedir visita en una casa en calidad de amigo, es un acto serio que obliga al caballero a formalizar sus pretensiones en un término prudencial, o retirarse. Visitar indefinidamente es incorrecto o perjudicial”. La visitada era “perfectamente independiente” y el festejo no coartaba su libertad. Convenía el Código en que, “como este es un punto delicado, del que pueden derivar conflictos, conviene establecer las condiciones de quien visita, con la mayor claridad posible”. Apuntaba que “por lo demás, es poco común solicitar visita a simple título de amigo”.

El festejo podía convertirse en noviazgo si lo precedía un “compromiso”. Este podía ser “íntimo”, si se lo concertaba sin consentimiento de los padres, y “formal”, si existía ese consentimiento. En este último caso, ambos adquirían “la personalidad de novios”. Expresaba el Código que “los novios se consideran como futuros esposos, y a tal representación se ajustan sus deberes; y más que sus deberes, sus derechos”.