Inéditos gestos de Miguel Alfredo Nougués
Una -entre muchas- de las ausencias injustas en la nomenclatura de calles de San Miguel de Tucumán, es la de Miguel Alfredo Nougués (1910-1988). Bien merecería que una arteria recuerde a este filántropo de la cultura. Desde joven se había dedicado a coleccionar obras de arte, manuscritos, medallas, monedas y libros antiguos, sin reparar en costos, con la única condición de que tuvieran relación con Tucumán.
Y un día resolvió donar todo ese soberbio conjunto (por el que cualquier anticuario hubiera pagado una fortuna) a dos instituciones de Tucumán. En 1977, entregó al entonces flamante Museo Histórico “Nicolás Avellaneda” la colección de 210 manuscritos, desde 1645 hasta 1900; 172 impresos, de 1640 a 1966; 764 piezas numismáticas; 69 ejemplares de papel moneda de los siglos XIX al XX, y 618 estampillas. Para darse una idea del valor de las piezas, apuntemos que estaban entre ellas la medalla de oro otorgada a Belgrano, con la leyenda “La Patria a su defensor en Tucumán”; o la declaración de Marco Avellaneda antes de ser degollado; o los más antiguos dibujos que registraron nuestra ciudad, ejecutados al lápiz por Juan León Palliere, en 1858.
Y como si fuera poco, en 1984 donó los 551 volúmenes de su soberbia “Biblioteca Tucumana”, a la Casa Histórica de la Independencia. Estaba compuesta por “obras que abarcan tres siglos, ediciones originales y rarezas bibliográficas de distintas temáticas, todo referido exclusivamente a Tucumán”, según sintetizó la institución beneficiaria en el catálogo que hizo imprimir.
Industrial azucarero, presidente del directorio del ingenio San Pablo y vicepresidente del Banco Industrial, con estos grandes actos de generosidad Nougués se hizo acreedor a un reconocimiento que la posteridad aún tarda en manifestar.