Recuerdo tucumano del gran periodista
Alberto Gerchunoff ejerció el periodismo en Tucumán, en 1910. En una nota en “Caras y Caretas” de 1930, narraría su impresión de entonces sobre la Casa Histórica. De esta se conservaba solo el Salón de la Jura, dentro de un gran pabellón. Recién se reconstruiría todo en 1942-43.
“Un día, un domingo de cielo denso, de atmósfera espesa en que el Aconquija desvanecía su casquete blanco en el fondo de las nubes, fui con unos amigos a visitar el recinto en que se había realizado el Congreso de 1816”, narra. “¿Era efectivamente en esa especie de palacete moderno, de arquitectura confusa, en que deliberaron los representantes, en que se elaboró el acta inmortal y se anunció los pueblos la aparición de un pueblo nuevo? No: ese palacete no era más que un cobertizo. Adentro está la reducida sala en que transcurrieron las reuniones que definieron la Nación”. Confesaba que “en el primer momento, no tuve la impresión que esperaba. En las paredes se veían los retratos de los próceres, el texto del acta, y arrimadas, las sillas arcaicas de caoba y de vaqueta. En ese ambiente austero, en ese ambiente destituido de solemnidad burocrática, pude comprender el espíritu simple, llano, profundo, de aquellos hombres sin pompa y sin teatro, en quienes reconocemos a los fundadores del país. Eran como esa casa, sobrios y sólidos, honestos y claros”.
Añadía que “cada vez que me acuerdo de mis días en la ciudad de Tucumán, la ciudad armoniosa y tranquila, hacendosa y fuerte, recostada en la falda del Aconquija, evoco la casa de la Independencia. Ya no se me aparece diminuta y opaca, sino transfigurada por la memoria, agrandada por el recuerdo enternecido; se me aparece, no como una choza escondida en un palacete, sino como un viejo altar que se conserva en un templo barroco”…