Para Padilla, se debía reconocer el mérito
Tienen actualidad párrafos de un discurso que el doctor Ernesto Padilla pronunció en 1911 en la villa de Monteagudo. Lamentaba, en los ciudadanos, esa “falta de justicia” que es, decía, “lo que nos enceguece y lleva a desconocer el mérito y la intención ajena. Es su falta la que nos impide cooperar al triunfo de las ideas, aun desde el fondo de la derrota. Nos falta la sinceridad de confesarla y de reconocerla”.
Así, “si triunfa el adversario, jamás lo justificamos: es siempre la obra del fraude o de la opresión”. La falta de justicia forma “ese estado de espíritu que funda, como un postulado, el de que todo gobernante tiene que ser malo, que todos sus actos deben ser erróneos, sin recordar sus merecimientos. No importa que no persiga. Es opresor. No importa que sea honesto. Es siempre susceptible de sospechas”.
Sostenía que eso “no debe persistir. Eso ofende el sentimiento de la justicia, oscurece la visión de la verdad y, como toda mentira, produce dañosos frutos. De ahí el enorme y aplastante desengaño popular y su escepticismo. Tenemos que ser justicieros. No se lleva un hombre al gobierno para escarnecerlo. Allí puede errar. No haya clemencia para sus yerros, si se quiere; pero que haya siempre justicia para sus virtudes”.
“Gobernar y actuar es de suyo difícil. Se debe interpretar los sentimientos colectivos. Que no les falte el aliento popular. No hagamos cargo sólo a las autoridades. Es un estado social. El pueblo no necesita adulones, sino educadores con la palabra y el ejemplo. Es necesario introducir factores de renovación que hagan posible el ejercicio normal de la democracia. Que no se acallen las pasiones; que se las ejercite y se las encauce. Pero qué lata siempre el sentimiento permanente de la justicia, que dignifica”.