El caudillo salteño y el jefe del Ejército del Norte estuvieron a punto de enfrentarse, hasta la firma del pacto de Cerrillos.
Una de las grandes preocupaciones del Congreso de las Provincias Unidas, durante los tiempos que rodearon su instalación, fue el conflicto del Ejército del Norte con Martín Güemes. En verdad, constituía un cuadro con más que suficientes motivos de inquietud.
El 29 de noviembre de 1815, cuatro meses antes de empezar las sesiones de la soberana corporación en Tucumán, ese ejército había sido derrotado completamente por los realistas en la batalla de Sipe Sipe. Con el contraste, concluía la tercera campaña al Alto Perú tan desastrosamente como habían concluido la primera, en Huaqui (1811), y la segunda, en Ayohuma (1813). Sería la última. Ya no volvieron a intentar los patriotas un nuevo ataque al poder español por esa vía.
El general Rondeau
El Ejército del Norte, cuya fuerza inicial había llegado a unos 4.000 hombres, estaba desde julio de 1814 al mando del general José Rondeau. “Hombre de recto juicio, pero sin las luces de la inspiración; de porte grave y carácter algo apático, de alma serena, reconocido por todos como un patriota abnegado y virtuoso, y militar de buena escuela”, lo describe Bartolomé Mitre.
Porteño de nacimiento, Rondeau frisaba entonces los 42 años. Su foja de servicios se enriquecía con una arrojada actuación en combates de la península contra Napoleón, y la conducción de ataques decisivos en el sitio de Montevideo. Ataques que resultaron clave para esos laureles triunfantes que recogería, finalmente, el general Carlos de Alvear. Pero, añade Mitre, “carecía del temple del hombre de mando”. No poseía “las inspiraciones del guerrero”, ni “los talentos del organizador militar”.
Retirada a Humahuaca
Remarca este historiador que la derrota de Sipe Sipe fue la peor que sufrieron los patriotas, sólo comparable a la de Huaqui. Los realistas la celebraron jubilosamente, y se rezó un Tedeum en todas las iglesias de la corona, en agradecimiento. Sipe Sipe creaba, para la revolución independentista, un peligro gravísimo: la actual Argentina quedaba prácticamente sola, con los generales del Rey dominando en Chile, en el Alto y Bajo Perú, y en Nueva Granada, para no hablar de la azarosa situación de la Banda Oriental, amenazada por los portugueses y en eterno conflicto con Buenos Aires .
Con unos 1.500 soldados que le quedaban luego de la derrota y tras una retirada en absoluto desorden, Rondeau trató, al principio, de afirmarse en Tupiza y en Moraya. Pero el avance de la vanguardia realista lo determinó a replegarse hasta Humahuaca, donde acampó. En esos momentos, dentro del territorio altoperuano, solamente se mantenía la causa patriota en Santa Cruz de la Sierra y en el valle de Cinti.
Rondeau vino a establecerse, entonces, en el territorio de Martín Güemes.
El general Güemes
Más allá de sus indiscutibles méritos de aguerrido patriota, el famoso salteño era un personaje problemático. Estaba siempre receloso de que el gobierno central lo derrocara. Esto, por la irregularidad que rodeó su elevación al gobierno de Salta (jurisdicción que entonces incluía a Jujuy). Hay que recordar que, a pesar de que en esa época los gobernadores eran nombrados por el poder central, Güemes había removido al titular, Hilarión de la Quintana, para ser luego ungido gobernador por una asamblea popular, en mayo de 1815.
Sus recelos de una represalia sorpresiva por parte del poder central, lo habían llevado a obstaculizar el paso del refuerzo que, al mando de Domingo French, se había enviado desde Buenos Aires para el Ejército del Norte. Eran casi 2.000 hombres forzados a detenerse en Tucumán, en octubre de 1815, un mes antes de Sipe Sipe, porque Güemes, con diversos pretextos, no les permitió avanzar y conectarse con Rondeau.
El conflicto
Al comienzo, el caudillo salteño tenía aceptable relación con Rondeau acampado en Humahuaca, y hasta le aportó unos centenares de milicianos. A fines de febrero de 1816, el jefe del Ejército del Norte decidió replegarlo a Jujuy. Dejó su caballería en Humahuaca, mientras las milicias patriotas del marqués de Yavi ocupaban los puestos avanzados de Potrero, Casabindo y Tarija.
Corría marzo cuando empezaron a plantearse los conflictos con Guemes. Este se movía con toda libertad, sin importarle contrariar muchas disposiciones de Rondeau. Hay que recordar que este, además de jefe del Ejército, era Director Supremo de las Provincias Unidas desde abril de 1815, y lo reemplazaba en interinato el general Ignacio Álvarez Thomas.
Una de las serias libertades que se tomó Güemes, fue apoderarse de 500 fusiles y 300 carabinas que estaban en los depósitos militares de Jujuy. Cuando el indignado Rondeau las reclamó, no quiso entregarlas, con el argumento de que constituían un botín arrebatado al enemigo por sus milicias.
Pacto de Cerrillos
En ese clima, Salta pronto se llenó de rumores. Se decía que Rondeau tenía el propósito de atacar la ciudad, ocuparla y restablecer el poder nacional sobre esa provincia. Se esperanzaban también, con esa tesitura, sectores de vecinos adversarios de Güemes.
Finalmente, Rondeau decidió marchar sobre Salta, tras ordenar que se le incorporasen dos escuadrones de Dragones que estaban en Tucumán. El avance empezó, pero las milicias de Güemes hostigaban constantemente a la tropa. Esta llegó trabajosamente hasta Cerrillos. Allí, Rondeau se enteró de que no podía contar con los Dragones de Tucumán, ya que un escuadrón había pasado a Jujuy y el otro había sido batido por las milicias del díscolo gobernador salteño en Campo Santo, el 20 de marzo.
Guemes lo estaba esperando con sus escuadrones gauchos, dispuesto a la pelea. Dudoso del resultado de un combate y sin apoyo popular alguno, Rondeau optó por conciliar. Así, firmó, con el caudillo de Salta, el pacto de Cerrillos, el 22 de marzo, dos días antes de instalarse el Congreso de Tucumán.
Rondeau renuncia
Desde Mendoza, San Martín expresaría gran contento por el arreglo. “Más que mil victorias he celebrado la mil veces feliz unión de Güemes con Rondeau”, escribió al diputado Tomás Godoy Cruz. Le contaba que había dedicado al pacto el homenaje de “una salva de 20 cañonazos, repiques y otras mil cosas”.
Tragando su amargura, Rondeau regresó a Jujuy con sus soldados. Allí le llegaron pésimas noticias: el mayor Gregorio Aráoz de La Madrid no había podido sostenerse en Tarija; Vicente Camargo, su gran esperanza en el valle de Cinti, había sido batido y degollado por los realistas, y las milicias del marqués de Yavi ya no estaban en sus posiciones en Casabindo y Pascaya.
Un cuadro tan deprimente movió a Rondeau a renunciar al mando del Ejército del Norte, el 26 de abril. Levantó el campamento e inició la marcha de la fuerza rumbo a Tucumán. El movimiento alarmó a los congresales. Temían que Rondeau quisiera disolver el Congreso, en apoyo al Director Supremo que sustituyó a su interino Álvarez Thomas (que era interino también desde la elección de Juan Martín de Pueyredón), el brigadier Antonio González Balcarce.
Cambio de jefe
Entonces, el cuerpo ordenó a Rondeau que no se acercase a Tucumán. Ni bien designado Director Supremo, el general Pueyrredón partió a entrevistarlo. En varios días de conversación, Rondeau tuvo que digerir otra amargura. Supo que, antes de aceptar su dimisión, ya el Congreso lo había reemplazado por Manuel Belgrano.
La novedad determinó que se retiraran de la fuerza varios oficiales que eran fieles partidarios de Rondeau, como French, Manuel Pagola, Juan Ramón Rojas y Rafael Hortiguera. Pero permanecieron en los cuadros otros muy buenos, como Alejandro y Felipe Heredia, Aráoz de La Madrid, Juan Bautista Bustos, José María Paz y Francisco Fernández de la Cruz, para citar los principales.
Dos semanas después de la declaración de la Independencia, el 23 de julio de 1816, el Ejército del Norte acampaba en Trancas. Partió hasta allí su nuevo jefe Manuel Belgrano, y el 7 de agosto se hizo cargo de esa fuerza que ya había mandado desde 1812 hasta 1814. La condujo a Tucumán, para acantonarla, parte en La Ciudadela y parte en San José de Lules.
Allí permanecería el Ejército inactivo durante dos años y tres meses, hasta marzo de 1819. En esa fecha se movió hacia Córdoba, para terminar disolviéndose en enero de 1820, tras el motín de Arequito.