Imagen destacada
MANUEL BELGRANO. Su respeto por las prácticas religiosas tuvo positivas consecuencias

Paz considera que era solo un recurso.


Sobre la proclamada condición de católico del general Manuel Belgrano durante su jefatura del Ejército del Norte, según las “Memorias” del general José María Paz, “muchos han criticado a Belgrano como un hipócrita, que sin creencias fijas hacía ostentación de la práctica religiosa para engañar a la muchedumbre”. Opinaba Paz, que el general “era cristiano sin fe, pero aún examinando su conducta en este sentido por sólo el lado político, produjo inmensos resultados”.

Así, luego de la campaña de Castelli y sus alardes de irreligiosidad previos al triunfo en Suipacha, reinaba el concepto de incredulidad que se atribuía a jefes y oficiales y que tanto dañaba a la causa patriota. Éste “se fue desvaneciendo” y, al fin, “se disipó enteramente; las personas timoratas se identificaron con los campeones de la libertad, y ésta se restableció notablemente. Nuestras tropas se moralizaron y el ejército era ya un cuerpo homogéneo con las poblaciones, o inofensivo a las costumbres y creencias populares. Y ¿qué diremos del efecto que este sabio manejo causó en las provincias del Perú y en el ejército real?”.

El jefe supremo Manuel José de Goyeneche, “aprovechándose hábilmente de nuestras faltas, había – sin ser tan religioso como el general Belgrano- quedado fascinado como sus soldados; en términos que los que morían eran reputados por mártires de la religión, y como tales, volaban directamente al cielo a recibir los premios eternos”. Hace notar Paz que “además de política era religiosa la guerra que se nos hacía, y no es necesario mucho esfuerzo de imaginación para comprender cuanto peso añadía esta última circunstancia, a los ya muy graves obstáculos que teníamos que vencer”. Así estaban las cosas en los días previos a la Batalla de Salta.