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DIEGO DE VILLARROEL. Placa de cerámica colocada en la casa del fundador, en Puente del Arzobispo, provincia de Toledo.

Se fundó San Miguel de Tucumán, el 31 de mayo.


En un día como hoy, hace 452 años, se fundó la ciudad de San Miguel de Tucumán, en el paraje denominado Ibatín. Bien se sabe que allí permanecería 120 años, hasta que, en 1685, fue mudada al lugar que actualmente ocupa.

De acuerdo al acta, la ceremonia empezó cuando el capitán Diego de Villarroel, en nombre de la Santísima Trinidad, de la Virgen María, del apóstol Santiago, de San Pedro y San Pablo y del Arcángel San Miguel, hico clavar en la tierra un grueso tronco (llamado “palo y picota”, o “rollo y picota”) marcando el punto donde se ejecutaría en adelante a los malhechores.

Dijo que allí sería la plaza de la nueva ciudad. Y “después de haber puesto el dicho rollo y picota el dicho señor capitán Diego de Villarroel dijo, en nombre de Dios Nuestro Señor y de Su Majestad el Rey don Felipe, segundo de este nombre, primero Emperador del Nuevo Mundo de las Indias, y del muy ilustre Francisco de Aguirre, gobernador y capitán general de estas provincias de Tucumán, Juríes y Diaguitas, que poblaba y pobló en este asiento en lengua de los naturales Ybatín, esta ciudad a la cual ponía y puso nombre de San Miguel de Tucumán y Nueva Tierra de Promisión”. Mandó también que su Iglesia Mayor “se nombrase y fuese la advocación de Nuestra Señora de la Encarnación”.

Igualmente, advirtió que ninguna persona, bajo pena de muerte, osara sacar el “rollo y picota”. El acta fue pregonada por “Francisco mulato”, en “treinta y un días del mes de Mayo de mil quinientos y sesenta y cinco”. Testigos fueron Juan Núñez de Guevara, Pedro de Villalba, Bartolomé Hernández y Diego de Zabala. Firmó el documento don Diego de Villarroel, ante el “escribano público y de Cabildo”, Cristóbal de Valdés.