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UN CABALLERO CRIOLLO. En sus últimos años, don Nolasco Córdoba baila airosamente la cueca, en una fiesta campestre. LA GACETA / ARCHIVO

Nolasco Córdoba, una figura inconfundible.


Don Nolasco Córdoba merece un recuerdo. Estuvo entre los personajes más queridos y característicos de Tucumán entre las décadas finales del siglo XIX y las primeras del XX. Era hermano del gran gobernador Lucas Córdoba; y de su padre, Nabor Córdoba (cuya célebre gracia verbal fue retratada en libros y periódicos), heredó el encanto chispeante en la conversación.

Nació en Tucumán en 1858. En Buenos Aires estudió Ingeniería unos años, pero la dejó para ingresar a la Armada, hacia 1878: estuvo en la expedición a Río Negro de la “Uruguay” y ascendió a teniente. Enseñó Matemáticas en la Escuela Naval y, vuelto a Tucumán, sería gerente del Banco Nacional, dos veces senador a la Legislatura, constituyente de 1907 y Defensor General de Pobres. Tuvo destacada actuación de docente de Álgebra y Geometría en el Colegio Nacional, la Escuela Sarmiento y la Escuela de Agricultura. Murió el 31 de enero de 1919.

José R. Fierro trazó la emotiva semblanza de este hombre que, dijo, “era siempre puro corazón y corazón de oro”. Enseñaba Álgebra y Geometría “con métodos propios”, y “en una forma tan original, que muchas veces los alumnos se mostraban maravillados al ver surgir la ciencia de sus propias observaciones y experiencias”. Católico practicante, un día confió a Fierro que “lo que confieso al sacerdote puedo referirlo públicamente, porque sé cumplir con mis deberes morales y no tengo remordimientos que me atormenten”. Era profundamente argentino, muy diestro para los bailes criollos, y escuchar su amenísima charla, llena de anécdotas, constituía un auténtico placer.