Tucumán celebró el fin del golpe porteñista.
En septiembre de 1874 estalló la revolución porteñista contra el flamante presidente Nicolás Avellaneda. Las victorias de José Inocencio Arias, en La Verde, y de Julio Argentino Roca, en Santa Rosa, aplastaron a los rebeldes. Esto se celebró con entusiasmo en Tucumán, provincia resueltamente “avellanedista”. El director de la Banda de Música del Colegio Nacional, Serafín Bugni, quiso componer un himno, para el cual encargó la letra a Paul Groussac. Este cuenta que “en un pestañeo, le frangollé una oda manzoniana, de esdrújulos alternados”. Se llamó “Himno a la Paz”. Los estudiantes lo entonaron durante muchos años porque, según José R. Fierro, “se prestaba para los alaridos”.
La letra expresaba: “¡Atrás la guerra bárbara,/ la lucha fratricida/ que baña en sangre heroica/ la patria entristecida,/ y entre hermanos enciende/ sacrílego furor!/ Huye en su noche lúgubre,/ esa gloria mentida/ cuya manta de púrpura/ con sangre está teñida,/ y que, sobre cadáveres,/ alza un trono al terror”. Venía un estribillo. Con una sola voz, se cantaba “De la argentina patria/ sobre el suelo feraz/ alza tu copa espléndida,/ olivo de la paz”. Luego, el coro repetía los mismos versos.
Seguía: “Argentinos, con júbilo/ celebrad la victoria/ que abre el camino próspero/ de verdadera gloria,/ y destruye por siempre/ la anarquía fatal./ En el campo mortífero/ con armas en las manos,/ al veros tan intrépidos/ os sentísteis hermanos,/ y sellásteis con sangre/ la alianza fraternal.” Tras el estribillo, venía: “De vuestros pechos férvidos/ guardad la llama pura/ para la era magnífica/ de paz y de ventura/ que se abre en pos ahora/ del Orden vencedor./ Y tú, sombra pacífica,/ sombra de Rivadavia,/ saca fuera del féretro/ tu mano augusta y sabia/ y bendice a tu pueblo/ en su santa labor”. El estribillo cerraba. La letra completa, que transcribimos, apareció en “La Razón”, el 20 de diciembre de 1874.