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PABLO PADILLA Y BÁRCENA. El primer obispo de Tucumán, en un retrato al óleo de Santiago Falcucci.

Una bula de 1897 instituyó nuestro obispado.


Hace pocos días, se cumplieron 122 años de la creación del Obispado de Tucumán. En efecto, fue el 15 de febrero de 1897 que la Santa Sede emitió la bula “In Petri Cathedra”, que establecía una nueva organización de las diócesis de la República Argentina. Entre ellas, se instituía la Diócesis de Tucumán, que abarcaba Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca. También se establecían las de La Plata, de Paraná, de Santa Fe, de Córdoba, de Salta, y la Arquidiócesis de Buenos Aires, con sus respectivas jurisdicciones.

La designación del primer obispo de Tucumán, recayó en monseñor doctor Pablo Padilla y Bárcena (1848-1921), jujeño, hasta poco antes titular de la diócesis de Salta. Tomaría posesión recién el 15 de mayo de 1898. Un mes atrás, había otorgado el “exequátur” al nombramiento, el presidente de la Nación, doctor José Evaristo Uriburu.

Según el historiador Cayetano Bruno, constituyó una verdadera “entrada triunfal” la llegada de monseñor Padilla y Bárcena a la Catedral de Tucumán. El acto se había iniciado con alocuciones del nuevo prelado y del doctor Napoleón Vera.

En la ceremonia lo acompañaban el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Uladislao Castellano, y el titular de Salta, monseñor Matías Linares. Tras leerse el breve de León XIII y pronunciar su homilía monseñor Padilla, el entonces presbítero Bernabé Piedrabuena (años después obispo de Catamarca y luego de Tucumán) leyó desde el púlpito la primera pastoral del obispo. En ella encomendaba la diócesis “a la protección del Sagrado Corazón de Jesús y de la Santísima Virgen del Valle”. Hubo también un solemne Te Deum, con la bendición especial impartida por el nuevo prelado y luego, en la plaza Independencia, un aplaudido desfile de los colegios y de las tropas de la guarnición militar.