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MARTÍN S. BERHO. El abogado, político e industrial tucumano, en una foto de sus últimos años.

Males de la educación, según Martín Berho.


“Que el Tucumán industrial ha progresado, es fuera de duda. Muy lejos estamos de aquellos tiempos en que nuestras industrias incipientes se arrastraban penosas, envueltas en las hilachas de una mendicante y estrecha indumentaria”. Así escribía el doctor Martín Berho (1860-1918), abogado, político e industrial, desde su ingenio La Invernada. Era un artículo para la “Guía de Tucumán” de Colombres y Piñero.

Pero quería indagar si había conexión entre ese florecimiento industrial con la cultura intelectual y social del tucumano: es decir, si existía “gente preparada y de trabajo, para continuar la tarea tan valientemente iniciada”. Consideraba que la respuesta era negativa. “El sistema educacional ha producido más mal que bien. En lugar de hombres de acción, de lucha, de trabajo inteligente y fecundo, de hombres de carácter, en fin, tenemos el proletariado intelectual en los de arriba y la ignorancia crasa con hábitos rutinarios en los demás. Los universitarios se debaten, se agotan en su propia impotencia; son rezagados de la vida militante, que sólo esperan de la logrería política, a costa de su propia degradación, la efímera notoriedad de un día, para luego caer en la vulgaridad de los fracasados. Los otros buscan un empleo de poco o ningún trabajo y los halagos de una vida fácil, haragana y sensualista”.

Y mientras tanto, decía, “las confiterías están llenas, y los postulantes de empleos abruman hasta la saciedad. La justicia, la política, la religión del deber, palabras santas y antes veneradas, están relajadas y escarnecidas; y lo que ayer era un culto, es hoy una grosera impostura, una profanación repugnante. Los ‘vivos’ y los ‘exitistas’ ocupan, enfáticos y soberbios, el lugar de los virtuosos.”