Ironías de Groussac, a propósito de Alberdi
El tucumano Juan Bautista Alberdi (1810-1885), como muchos otros personajes de su época, fue objeto de los sarcasmos de Paul Groussac (1848-1929). En su extenso y polémico trabajo “Las ‘Bases’ de Alberdi y el desarrollo constitucional”, trataría irónicamente su condición de periodista, de “diarista de raza”.
Enumeraba las cualidades que a su juicio caracterizaban el oficio. “La claridad y rapidez de la frase, neta, incisiva, enemiga del arabesco y del período: ‘linea recta brevissima’; el don de simplificar lo complejo y concretar lo abstracto, circunscribiendo el asunto a su accidente más palpable y asestándole seguidamente tres o cuatro afirmaciones imperativas que remeden argumentos y precipiten la conclusión. Nada de circunloquios ni deducciones doctrinales, ningún rebuscamiento de imágenes o sonoridades oratorias: el rasgo pintoresco aguzado en saeta, la chispa instantánea que salta de la discusión como de un choque de aceros”.
Remataba: “en suma, para encerrarlo todo en la palabra que define el género: el periodismo es la improvisación, con sus prestigios y hallazgos, su artificiosa sencillez fundada en el escamoteo de la dificultad, su evidencia repentina que deslumbra al lector como un relámpago, aunque le deje luego más a oscuras que antes: el simulacro de la ciencia y el espejismo de la verdad”.
No dejan de resultar curiosas estas ironías sobre el periodismo, cuando se piensa que Groussac lo ejerció durante la mayor parte de su existencia. En Tucumán, fundó un diario de breve vida, “La Unión” y fue redactor de “La Razón”. En Buenos Aires, dirigió “Sud América” y luego “Le Courrier Francais”, eso sin contar sus constantes colaboraciones en “Le Courrier de la Plata”, “La Nación”, “El Diario” y otras publicaciones periódicas.