Curioso texto del cura Miguel Martín Laguna
En aquella “Historia social y política” que redactó en 1809 el cura de Trancas, Miguel Martín Laguna (1762-1828), hay curiosas disquisiciones sobre el calor en Tucumán. Afirma que el clima, “aunque llega al extremo de ardiente, no es sofocante a causa que se suda con gran facilidad, sin que por esto se conozca desmayo en las fuerzas”.
Decía que tanto el piso como “una llave puesta al sol en el espacio de media hora después de mediodía, se hacen insufribles al tacto, y con todo no tenemos idea práctica de un insolado ni de un causón (fiebre), aunque vemos que toda la naturaleza se presenta con una especie de abatimiento”.
A su criterio, “hay días tan calurosos, bien que raros, y no todos los años, en que el aire se pone tan caliente como si por todas partes se viera uno rodeado de fuego; pero el agua se presenta fresca al tacto durante el baño; y a la inversa, sucede en los días de calor común, que el agua se siente tibia y la impresión del aire fría”. Claro que “de noche se suda a borbollón; y aun una sábana incomoda a los robustos, pero ni estos se atreven a tomar el baño de la mañana, porque el agua se pone fría”.
Hacía notar, como “el fenómeno más brillante” el hecho de que “cuanto más terrible es el calor del día, tanto con más prontitud nos dispensa el cielo un nubarrón que, interponiéndose entre el sol y nosotros a mediodía, o cuando menos a las dos, da por unas parte pábulo al entretenimiento y al embeleso, y por otra nos restituye en el derecho de gozar francamente de la naturaleza”. Un andaluz que lo oyó decir estas cosas en Buenos Aires, le dijo que “el Tucumán era mejor que el Paraíso”…