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EL GENERAL EUSTAQUIO FRÍAS. Era el hombre a quien Páez ansiaba volver a encontrar.

Páez, viejo guerrero de la independencia


“Juan Bautista Páez era un hombre de 89 años de edad, de pequeña estatura, color moreno, vista penetrante y de una parada que a pesar de los años imponía. Usaba un sombrero blanco y un poncho ‘caminito’ como prendas que, según él, constituían el mayor lujo en los tiempos en que ofreció su vida por las instituciones argentinas y por el triunfo de la libertad”.

Así empezaba el artículo “Un guerrero de la Independencia”, firmado con las iniciales F.G.V, que publicó el semanario tucumano “Juventud Literaria”, dirigido por Vicente C. Gallo, el 27 de julio de 1890. Informaba que Páez había muerto la semana pasada, en su precaria casa a orillas del Arroyo del Rey, consternando a la población de Bella Vista. El articulista lo había visitado y conversaron muchas veces. Escuchó de sus labios anécdotas de jefes como Lavalle o Lugones, a cuyas órdenes había servido.

Subsistía cuidando naranjos, en un rancho inconfundible por los dos sauces inclinados que le hacían aureola. Un día, F.G.V. le preguntó porqué no solicitaba una pensión al Gobierno. El anciano le contestó: “Ellos me conocen, ellos me llamarán, yo no los buscaré; lo único que desearía es ver al general Eustaquio Frías, a quien debo tantos servicios”. Por cierto que nunca lo llamaron. Con Frías, uno de los últimos sobrevivientes de esa época, se encontraría pronto en el más allá, ya que el general murió en marzo de 1891.

Decía el articulista: “¡Pobre viejo! No pensaba que dejarías este mundo sin que yo recogiera tu último suspiro. Has recibido el premio que tus compañeros de armas recibieron: morir pobre, en la miseria, sin ser recordado tal vez, y tus restos han ido a parar a una humilde fosa; pero la gloria velará tu tumba”.