Una descripción de dos periodistas, en 1928.
En 1928, el periodista Juan S. Vargas Nievas viajó en avión a Tafí del Valle, con su colega José Luis Torres. En una larga nota, publicada en LA GACETA, describía, entre otras cosas, la antigua capilla de La Banda. Traspuesta la austera fachada “sin molduras y sin adornos de ninguna especie”, divisó al fondo, en la semipenumbra, “el altar cuyos nichos han sido construidos con las gruesas paredes de adobe”.
Seguía. “Dos inmensos cuadros pintados al óleo constituyen el adorno de la nave y sobre una repisa, también de adobe, está el viejo atril que no se sabe qué edad tiene”. La pila de agua bendita “es de piedra ahuecada en una pieza de poco tamaño”. El piso está embaldosado por “material cocido. Es decir, de piezas del tamaño de un adobe pequeño, dos veces más grande que los actuales”.
El campanario se hallaba instalado afuera, al costado izquierdo del que ingresa al templo. “Dos campanas llenan, o por mejor decir llenaban, la misión, ya que una está destruida por la acción del tiempo”.
Detrás del altar se ve la boca de un túnel. La entrada se halla clausurada, pero los viejos dicen que “encierra un secreto y quizás una historia ignota”. Hay quien asegura que, no hace mucho, alguien se introdujo allí y nunca más se lo volvió a ver. Otros afirman que “los que osaron entrar, atados al exterior por varios lazos, fueron extraídos semi asfixiados y sin conocimiento, por lo que sólo han podido decir que nada vieron”. En fin, escribía Vargas Nievas, “el secreto cubierto de fantasías, alrededor de dicho subterráneo, sigue siéndolo, como se ve, para nosotros también”.