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SANTO DOMINGO. Atrio del templo porteño donde está hoy la gran tumba de Belgrano. Allí solía pedir limosna María Remedios del Valle, en la década de 1820.

La historia de María Remedios del Valle


En la sesión de la Legislatura de Buenos Aires del 18 de julio de 1828, se trató el proyecto de otorgar sueldo de capitán del Ejército a una menesterosa mujer llamada María Remedios del Valle. Habló para fundarlo el doctor Tomás Manuel de Anchorena, quien había sido secretario de campaña del general Manuel Belgrano.

“Si no me engaño, el general Belgrano le dio el título de capitán del Ejército”, atestiguó Anchorena. “No tengo presente si fue en el Tucumán o en Salta, después de esa sangrienta acción en la que, entre muertos y heridos, quedaron 700 hombres sobre el campo, que oí al mismo Belgrano ponderar la oficiosidad y el esmero de esta mujer en asistir a todos los heridos que ella podía socorrer”, dijo.

Otro diputado, el general Juan José Viamonte, veterano de esas campañas, afirmó emocionado que “esta mujer es realmente una benemérita. No hay acción en que no se haya encontrado en el Perú. Era conocida desde el primer general hasta el último oficial, en todo el ejército”.

Ante estas revelaciones, la Legislatura no sólo le acordó el sueldo, sino que decidió que una comisión elaborase su biografía y que hasta le diseñara un monumento. Pero “La capitana”, como todos la llamaban, nunca vio que se ejecutaran esas disposiciones. Continuó hasta su muerte pidiendo limosna en la recova de la Plaza de la Victoria o en los atrios de Santo Domingo, San Ignacio y San Francisco. El libro “En la penumbra de la historia argentina” (1932), de Carlos Ibarguren, narra el tocante caso de María Remedios del Valle.