Según Groussac, le correspondió un rol clave.
No hubo sesión del Soberano Congreso el 30 de julio, por ser día domingo. En su polémico trabajo sobre el Congreso de Tucumán, Paul Groussac destaca el papel que correspondió a la diputación de Buenos Aires en la célebre asamblea. Dice que, entre las provincias participantes, había varias problemáticas. Salta y Jujuy “sufrían la ley del caudillaje, aunque ennoblecido por su bandera de resistencia el invasor”. La Rioja y Santiago, “se preparaban a inaugurar la era de los escándalos y sangrientos atropellos”. En cuanto a Córdoba, “había cedido a la atracción del desquicio artiguista, y cuando reaccionó en parte enviando a Tucumán sus diputados, fue para convertirlos en focos de propaganda ´federaticia´ y agentes de perturbación”.
Añade que “contra esas primeras tendencias refractarias a la nacionalidad, se hallaba casi sola Buenos Aires, la capital histórica del Virreinato y cuna gloriosa de la emancipación, con su preponderancia natural en población, riqueza, iniciativas y aptitudes múltiples; pero a la sazón humillada y empobrecida, exhausta de hombres y de recursos, con el virus anárquico en las entrañas, entregada por días a fantasmas de gobiernos, sin nervios ni prestigio”.
Con todo, “le quedaba a la ciudad de la Reconquista y de la Revolución su reserva de altas ilustración. Y al tratarse de elegir sus diputados, le bastó entresacar de su elenco cívico los nombres de Paso, Sáenz, Darragueyra, Anchorena, Gazcón, Medrano, Fray Cayetano Rodríguez”, para que “el espíritu de la metrópoli, penetrando en el recinto estrecho, hiciera allí combinación estable con el generoso ambiente local, para proteger la endeble cuna de la nacionalidad contra los embates del instinto separatista o los desvaríos del regreso incásico”.