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LLAMADO AL PÚBLICO. Parte superior del manifiesto de la flamante Cruz Roja de Tucumán, constituida un mes antes de estallar la epidemia. LA GACETA / ARCHIVO

El manifiesto previo de la Cruz Roja.


Entre diciembre de 1886 y febrero de 1887, azotó a la provincia de Tucumán una epidemia de cólera que dejó el saldo de unos 3.500 muertos. Como no eran suficientes los cementerios, hubo que enterrar los cadáveres en los terrenos de la Quinta Agronómica.

Quienes vivían en esa época, nunca olvidaron tan dramáticas jornadas. En ellas salieron a luz, como ocurre siempre, las facetas más nobles y también las más oscuras de la condición humana.

Un mes antes de declararse la epidemia, se constituyó la Cruz Roja local. Sus autoridades, elegidas en asamblea, eran el periodista español Salvador Alfonso, presidente; Marcelino Segundo de la Rosa y Hermenegildo Rodríguez en las vicepresidencias, y Federico Smith como tesorero.

Se conserva, impreso en hoja suelta, el manifiesto “La Cruz Roja al pueblo de Tucumán”, fechado el 19 de noviembre de 1886. Empezaba diciendo que “una calamidad pública pesa sobre tres ciudades argentinas, y aunque no ha tomado aún, por fortuna, proporciones tales que pueda considerarse inevitable o inminente su propagación a las demás poblaciones de la República, el peligro de la invasión existe”.

Deploraba las condiciones higiénicas de la ciudad y convocaba a las autoridades a mejorarlas. Pero afirmaba la necesidad de que el pueblo “haga suyas las obligaciones que nos impone el interés de velar por la conservación de la salud pública”. Solicitaba la donación de “ropas y camas para los pobres”, advirtiendo que “mañana quizás tendremos que pedir pan para los hambrientos”.