Vieja manera de difundir leyes y ordenanzas.
Desde la época de la colonia y hasta casi la mitad del siglo XIX, era común que al pie de las disposiciones de la autoridad (el Cabildo, el teniente de gobernador, el gobernador) se ordenara: “publíquese por bando”. La palabra “bando” significaba tanto la disposición superior, como el acto solemne de ponerla en conocimiento del público. También se solían fijar carteles con ese propósito.
En realidad, ya que no existían la prensa ni los medios audiovisuales, era -desde tiempo inmemorial- la única manera de que la gente se enterara de la existencia de aquellos mandamientos de la autoridad. Así ocurría tanto en San Miguel de Tucumán como en las otras ciudades. El oficial público encargado de efectivar la comunicación, era conocido como “pregonero”.
El pregonero se apostaba en determinadas esquinas de la ciudad. A su lado, un tambor, con sus toques, llamaba la atención del vecindario, que empezaba a congregarse en torno al pregonero. Cuando este veía reunida la suficiente cantidad de gente, hacía cesar el redoble del tambor y, en alta voz, procedía a dar lectura a la disposición que debía difundir. Es decir, la “pregonaba”.
Luego, se trasladaba a otro de los puntos fijados y reiteraba la ceremonia. En la campaña, a veces estos pregones se referían también a comunicaciones urgentes, como las relativas a objetos o animales perdidos, por ejemplo.
Obvio es decir que la llegada de otros medios de comunicación, comenzando por la imprenta, determinó que poco a poco desaparecieran los bandos y sus pregoneros de las ciudades argentinas. Se conservaron un tiempo más, en las poblaciones apartadas.