Restos de un patriota en la fosa común.
El destino de los restos del tucumano José Antonio Álvarez de Condarco (1784-1855) es revelador de la ingratitud que la Argentina y Chile dispensaron a este prócer. Es sabido que Álvarez de Condarco, además de batirse como sargento mayor en Chacabuco y Maipú, tuvo importancia clave en la acción libertaria de San Martín.
Como había hecho estudios regulares de física y química, se encargó de fabricar la pólvora en el campamento de El Plumerillo. Además -en una peligrosa misión- recorrió de ida y vuelta el itinerario que debía seguir el Ejército en el cruce de la Cordillera, para programarlo con exactitud. Luego sirvió muchos años en Chile, tanto comprando los buques de su primera escuadra, como en la enseñanza de matemáticas. Murió en ese país, en una gran pobreza.
En su artículo “Álvarez de Condarco y la indiferencia de dos repúblicas”, Ventura Murga publicó su acta de defunción, al final de la cual se expresa que “no testó porque no tenía de qué testar”. Informa también que, a fines de la década de 1980, el senador provincial tucumano Pedro A. Boullhesen ideó repatriar los restos de Álvarez de Condarco, y por eso consultó a la Embajada argentina en Chile sobre el paradero de aquellos. La Embajada respondió que, de acuerdo al informe del Cementerio General de Santiago, “el terreno de la sepultura N° 560, correspondiente a don José Antonio Álvarez Condarco, fue enajenado después de 100 años por abandono, en virtud del artículo 11 del Reglamento del Cementerio”.
Así, terminaron en la fosa común las cenizas de este tucumano patriota, que sirvió destacadamente a la Argentina y a Chile en la época de la Independencia.