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EL IMPRESO. En hoja suelta, la Imprenta Federal estampó y difundió la proclama de Celedonio Gutiérrez. LA GACETA / ARCHIVO

Reacción del gobernador Celedonio Gutiérrez


Es sabido que, en enero de 1852, un mes antes de la caída del dictador Juan Manuel de Rosas, el tucumano Juan Crisóstomo Álvarez, con un puñado de hombres reclutados en Chile, invadió Tucumán buscando derrocar al gobernador rosista Celedonio Gutiérrez.

Este lanzó una proclama a los ciudadanos, que se imprimió en hoja suelta. Consideraba que “una gavilla de forajidos, acaudillados por el traidor Crisóstomo Álvarez, trata de invadir la provincia para trastornar el orden en ella”. Y que era deber del Gobierno repeler esa invasión “por todos los medios”.

En consecuencia, declaraba a Tucumán “en asamblea”, mientras se mantuviera la situación creada “por el cabecilla Álvarez y demás bandidos que invaden su territorio”.

Todos los “ciudadanos hábiles” debían acudir a “las Casas Consistoriales” (como se denominaba también al Cabildo), “al toque de generala, a defender las leyes, las autoridades constituidas y los derechos de la Provincia”.

La “generala” era el peculiar toque de clarín y tambores que ordenaba tomar las armas y marchar a los puestos previamente designados.

El Gobierno declaraba “fuera del amparo de las leyes a todos los invasores, y a todos aquellos que cooperen al horrendo crimen de anarquizar la provincia, ya sea alistándose en sus filas o prestando auxilio de cualesquier género en su favor”.

Como se sabe, luego de algunos éxitos iniciales, Álvarez fue derrotado por las fuerzas de Gutiérrez el 15 de febrero, y ejecutado el 17.

Esto no hubiera ocurrido, si a Tucumán hubiese llegado la noticia de la derrota de Rosas en Caseros, ocurrida dos semanas antes.