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ATAHUALPA YUPANQUI. El célebre compositor y ejecutante, en un yeso de Antonio Pujía

Opinión del magistrado tucumano Juan Heller.


En un artículo publicado en LA GACETA en 1944, el doctor Juan Heller (1883-1950) asentaba un largo comentario sobre las interpretaciones musicales de Atahualpa Yupanqui. Decía que “los temas de sus canciones son siempre nobles. Las alegría y tristezas que traducen, son las que embargan el alma simple del paisano de nuestro norte argentino y de la puna; que le han dado, especialmente la ultima, esa nota desolada y propia del paisaje, en cuyos cantos se exhala el gemido de su natural desamparo, pero con tanta limpieza de acento y de expresión, como si fuera una voz de la naturaleza misma”.

Pensaba que era Bowman el autor de cierta observación étnica, afirmando que “la naturaleza de esas regiones es tan escasa, tan madrastra del hombre, y el paisaje tan imponente, que apenas abandona su vivienda y camina unos cuantos pasos hasta situarse en el campo, alejado de aquella, se siente tan desamparado y mísero, que le invaden una profunda tristeza y la conciencia de su pequeñez”.

Opinaba que “esos son los sentimientos que Atahualpa Chavero Yupanqui traduce en sus interpretaciones. Por eso lleva ese sello inconfundible y se impone al oyente, sea cualquiera la circunstancia en que lo sorprenden. El valle luminoso, el arroyo que lo atraviesa, la humilde flor de sus laderas, el amor que late en el pecho de sus moradores, esas son las voces que oímos y que el fiel artista hace resonar como si fueran las de nuestra propia y más recóndita esencia”.

Calificaba al artista de “grave y sincero”, haciendo notar que “aun su música festiva, tan abundante en nuestro género popular, nunca peca de chabacana”. Y que tiene especialmente, “tomado no sé de dónde o cuando por él, un ímpetu característico de notas, en el que parecieran volcarse de momento todos los sonidos de la guitarra”. Estos se detienen de pronto, “para dar paso de nuevo a la melodía o a su acompañamiento”.