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LITERATO JUVENIL. Desde la izquierda, Benigno Vallejo, Francisco Uriburu, Gaspar Taboada y Roberto J. Ponssa, uno de los autores de “Juventud, divino tesoro”, en una foto de 1921.

Una nostálgica evocación de Zalazar Altamira.


Tiempo atrás, tocamos en esta columna los recuerdos que el doctor Adolfo Rovelli guardaba de “Juventud, divino tesoro”, novelita que escribieron a cinco manos con Roberto Ponssa, José Lucas Penna, Ricardo Bascary y Guillermo Zalazar Altamira, en 1921.

Muchos años después, en 1944, Ponssa evocó aquella empresa en una nota. Zalazar Altamira se lo agradeció con una emotiva carta. “¡Que conmovedor resulta ahora, la lectura de ‘La novela de los cinco’! ¡Cómo son de fieles los autorretratos que cada uno de mis cuatro colaboradores dibujó involuntariamente al redactar el capitulo que le correspondía! Usted está vivo y palpitante en la descripción de ciertos sitios y personas del Tucumán de 1921”.

En ese momento, Ponssa era juez en los Tribunales de Tucumán. Su amigo continuaba la misiva: “Usted, señor juez, es un desertor de la novela, un desertor de la literatura. Ha quedado nonata por su culpa una gran novela de ambiente de provincia: alguien que nadie hizo hasta ahora con el debido amor y la prolijidad debida”.

Elogiaba la “prosa serena y limpia” de Bascary, como “claro reflejo del hombre, por muy intensamente comprensivo, muy prematuramente desencantado de toda frivolidad”. En Penna, estaba “toda la melancolía de quien había de marcharse del mundo antes de conocerle adivinados rincones deleitosos”. Y en el “hermoso” último capítulo, se expresaba “la densa cultura” de Rovelli.

Decía Zalazar Altamira que sus años tucumanos “fueron, por muchos motivos, los mejores de mi vida”. Fechaba la carta en Buenos Aires, el 23 de agosto de 1944, “el día mismo en que el mundo de la libertad celebra el más grande de los acontecimientos de los tiempos modernos: la liberación de París”.