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JOSE RONDEAU. El Congreso quería que se formase consejo de guerra al ex jefe del Ejército del Norte.

Quería ser “oído y juzgado” por el Congreso.


A las diez de la mañana del 27 de julio de 1816, se inició la sesión pública del Soberano Congreso. Se leyeron oficios de Buenos Aires sobre los sucesos de días atrás: el cese del Director delegado Antonio González Balcarce, y las medidas tomadas para regularizar el gobierno hasta el arribo del Director propietario. Se informó también la designación del diputado suplente por Cochabamba, don Pedro Carrasco.

Luego, se ma»ndó despejar la barra para la sesión secreta. Se recibió un oficio del ex jefe del Ejército del Norte, general José Rondeau, quien insistía en “ser oído y juzgado” por el Congreso. Se acordó primero prevenir al Director Supremo que mandase formar consejo de guerra tanto a Rondeau como el brigadier Martín Rodríguez. Pero Tomás Anchorena observó, apoyado por Pedro Ignacio de Castro Barros, que más que un consejo de guerra, era conveniente que el Congreso “oyese y juzgase por sí mismo al brigadier Rondeau, como parecía desearlo éste”. Pensaba Anchorena que los consejos de guerra sólo examinaban “la conducta en lo militar, desentendiéndose enteramente de su comportación política, por irregular que esta fuese”.

La moción fue apoyada. El secretario Juan José Passo pidió que, en materia de relaciones exteriores, se expulsase a “cualquier diputado que violase el sigilo que demandan semejantes materias”, lo que fue aprobado por aclamación. Finalmente, se acordó remitir al Director Supremo la solicitud de Rondeau para que, oyendo a éste y al general Rodríguez “en el Consejo Extraordinario de Oficiales Generales, en la forma que corresponda por la ordenanzas del ejército, se conduzca con los esclarecimientos necesarios a punto de juzgarlos con arreglo al mérito de sus causas, consultando al Congreso la sentencia que se pronunciare, para la soberana aprobación”. De esto se informaría al general Rondeau.