Un comprovinciano escribe a Roca
En 1880, el presidente Nicolás Avellaneda, en sus últimos meses, debió enfrentar victoriosamente la revolución porteñista de Carlos Tejedor. Este se oponía a que Julio Argentino Roca sucediese a Avellaneda, y a que Buenos Aires fuera Capital de la República.
El 14 de agosto de ese año, ya sofocada la sedición, don Emidio Posse, desde Tucumán, escribió a su comprovinciano Roca, quien sería ungido presidente en octubre. “¡Adelante, mi querido Julio! Es preciso aprovechar la victoria y constituir definitivamente la República. Es decir, darle lo que les faltaba a los que no han tenido casa propia en que alojarse, para que los propietarios no vengan a levantarles el alquiler o echarles los muebles a la calle”.
Agregaba que, a su juicio, “la Capital es una necesidad de existencia y fuerza, en derecho. Antes lo he dicho: Buenos Aires sería lo mejor, pero si no se la consigue hay que asentarse en sus alrededores”. Consideraba que “debemos apartar, para el porvenir, todo lo que pudiera traer una lucha entre Buenos Aires unido y el Gobierno Nacional”.
Opinaba que la tentación “del gobernador de una provincia como Buenos Aires para luchar contra el presidente es poderosa, y ha de ser fácil que retoñen nuevos Tejedores, siempre que se la deje así como hoy está. Ya que no se puede pensar en la división, forzoso es valerse de la federalización”.
Aunque sin duda, la opinión importante de Buenos Aire “debe siempre tener eco en los consejos de gobierno. Lejos de allí el asiento de éste, esa voz pública no sería oída y las medidas gubernativas correrían mucho riesgo de no marchar acordes con la opinión”.