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“SPES MEA”. La leyenda “Mi esperanza”, en latín, y un Niño Dios, es lo único que hoy se distingue sobre la lápida de 1838. LA GACETA / ARCHIVO.

Instrucciones sobre la leyenda y una figura.


El eclesiástico tucumano, doctor José Agustín Molina (1773-1838), cuyo título honorífico era “obispo de Camaco”, fue una figura muy destacada de su tiempo. Integró la Sala de Representantes y se desempeñó como prosecretario del Congreso de la Independencia, entre otras dignidades.

Sus restos descansan en el templo de San Francisco, al pie del altar mayor. Lamentablemente, las pisadas de muchas décadas han convertido ya en ilegibles las leyendas talladas en el mármol de la lápida. Solamente se distingue, en la parte superior, la figura de un Ñiño Dios y la leyenda latina “Spes mea”.

La añosa placa tiene su historia. Entre los papeles del prelado, que conservaba la familia López Mañán y que pudimos consultar hace muchos años, estaba un apunte manuscrito de Molina. Con la ortografía de la época, decía: “Mi Epitafio./ ¡Una oración, una lágrima!/ Tal es el ruego qe. dirige desde el fondo de este sepulcro/ A los qe. se acerquen a mirarlo/ El qe. yace en él/ José Agn. Molina/ Clérigo presbítero”. Al reverso de la hoja, expresaba: “Desearía además de esto qe. sobre la cubierta de mi tumba se esculpiera un niñito Jesús y debajo esta inscripción: ‘Spes mea’ Mi Esperanza. Año de 1833”.

A renglón siguiente, iba una poesía, dedicada a su sobrina Justiniana Ugarte. “El qe. este verso escribió/ El qe. firmó este papel/ aquel Justiniana aquel/ Que más que nadie te amó/ El qe. con vos conversó/ Largos años noche y día,/ Tu hijo, tu Mentor, tu guía/ Qe. soi qe. soi Justiniana/ Lo qe. tú serás mañana/ Polvo vil senisa fría./ José Agn. Molina. Obispo de Camaco”.