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UN JINETE NORTEÑO. Ilustración del libro de viaje de Thomas J. Page, editado en Londres en 1859. Lleva el epígrafe "An estanciero". LA GACETA / ARCHIVO

Cuatro extranjeros en Tucumán en 1826


En sus amenas “Memorias”, el médico inglés Juan Scrivener narra varias anécdotas que jalonaron su paso por Tucumán, en 1826, en compañía de los viajeros Paroissien, Temple y Czeltritz.

Cuenta que “conocimos al doctor García, el clérigo principal de Tucumán, quien a estar por los informes era el principal jinete y jugador de la provincia. El general (Diego) Paroissien, sir Edmundo Temple y el barón Czeltritz le compraron caballos. El de Temple era de propiedad de la sobrina del doctor. Todos fueron vendidos a precios muy bajos, porque estos abundan aquí y los mejores se obtienen por una libra de oro o tres cuartos de libra”.

Pero, cuando mandaron a herrar los caballos “a la única herrería de la ciudad”, se sorprendieron “del alto precio que pedían, y no era para menos, pues por cada par exigían cuatro pesos y medio, precio con el que podía comprarse un caballo pasable”.

El barón Czeltritz “se quejó airadamente de este alto precio, que era más de la tercera parte del costo de su caballo, diciendo al herrero que podía hacer herrar seis caballos por el mismo gasto en su propio país”. Con gran realismo y “aspirando su cigarro pausadamente”, el herrero “contestó con énfasis que podían llevarse los caballos tranquilamente al país del barón para ser herrados; pero que si necesitaban herrarlos en Tucumán, debían pagar cuatro pesos y medio o pasarse sin ello”.

Luego, sir Edmundo Temple “se enteró de que el clérigo a quien le compraron los caballos perdió todo el dinero que había recibido por ellos en el juego llamado ‘lausgonet’, a los pocos días de efectuada su venta”.