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CARRETAS. Los antiguos vehículos, muchos de ellos fabricados en Tucumán, en un dibujo de Juan Mauricio Rugendas

Testimonio del viajero William Mac Cann.


“Las provincias argentinas no tienen otro medio de tránsito que no sea la carreta de bueyes, para cuya fabricación existen importantes talleres en Tucumán” expresaba William Mac Cann en su “Viaje a caballo por las provincias argentinas”, editado en 1853. Señalaba que a pesar de la buena calidad de la madera utilizada y de la solidez de su construcción, las carretas “no duran más de dos años, debido a tosquedad de los caminos y a la acción alternadora del sol y la lluvia a que se ven incesantemente expuestas”. Una carreta sólo puede hacer cuatro viajes –dos de ida y dos de vuelta- de Buenos Aires a Salta, en dos años.

Entre abril y noviembre, en la mejor época. La expediciones “se hacen en caravanas o tropas de catorce carretas, cada una de las cuales, con una capacidad de unos 1.700 kilos, es arrastrada por seis bueyes y necesita, además, varias yuntas de recambio; la tropa, por lo tanto, lleva numerosos bueyes para completar el viaje, y toda ella se encuentra bajo la dirección de unos treinta carreteros”.

Deben atravesar dificultades muy grandes. Lluvias, huracanes y tormentas de polvo atacan a la caravana. A veces, faltan el agua y el refugio. Hay que vadear “innumerables pantanos e inundaciones, algunos de los cuales no pueden ser atravesados en un día, y de ese modo los animales deben pasar la noche hundidos hasta el vientre en el agua”. Pero las principales dificultades “son los ríos, para cruzar los cuales no hay puentes. A veces es necesario descargar todo el cargamento y llevar los bueyes a nado hasta la otra orilla, en tanto que los hombres hacen flotar las carretas y transportan las mercaderías en balsas de cuero; o si la corriente es demasiado intensa, esperan durante días y semanas, al lado del río, hasta que ha disminuido”.