Los recetarios eran muy consultados en el siglo XIX
En Tucumán y el noroeste -y también en Buenos Aires- en la primera mitad del siglo XIX, la medicina disponible era en extremo escasa. Consecuentemente, la población, en todas sus clases sociales, no tenía más remedio que manejarse con los curanderos. Y también, curiosamente, con libros. Memoriosos de Tafí del Valle recuerdan que circulaba por las estancias el libro “El Oráculo”. El tomo -que no sabemos si era impreso o un conjunto de hojas manuscritas cosidas- indicaba cómo curar enfermedades, y pasaba de mano en mano.
Acaso fuera el recetario del doctor Mandouti, hombre que era conocido también como “El Oráculo de la ciencia”. El historiador Vicente Cutolo ofrece datos de este personaje: un portugués llamado Salvador Sossa Revello y Mondout (si la “i” que le adjuntó el pueblo). Se proclamaba graduado de médico en París. A fines del siglo XVIII llegó a la Argentina. Ejerció en Córdoba y estuvo en el norte. En Salta trató al general Güemes, y le compuso una “Receta del gobernador contra el humor gálico”. En Buenos Aires publicó en 1783 su recetario, que también se editó en 1837, en 80 páginas tituladas “Colección de recetas del célebre doctor Mandouti”. Pero el virrey Vértiz lo expulsó de esa ciudad.
En sus “Memorias”, el general tucumano Gregorio Aráoz de La Madrid cuenta que llevaba en sus alforjas un libro con recetas. Lo utilizaba para él y sus soldados en las campañas. En fin, los libros serían pocos pero, si tenían utilidad práctica, la gente se los agenciaba y le servían. En otro terreno, Ernesto Padilla cuenta que en esa época existía un “manual de conversación en español, quichua y aymara”, muy usado por arrieros y comerciantes argentinos que iban al Alto Perú. Contenía “frases hechas sobre los más diversos tópicos”.