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GRUTA DE LA PLAZA URQUIZA, 1904. En las últimas décadas del siglo XIX, la basura se depositaba en el paseo, que sólo existía de nombre.

Basura domiciliaria, callejera y del mercado.


El 29 de enero de 1868, la Municipalidad de Tucumán celebró un contrato con don Ramón Posse. De acuerdo al mismo, Posse se obligaba a “poner el número bastante de carros, con la dotación correspondiente de hombres y animales, para hacer el servicio de la limpieza pública diaria, en la extensión de noventa cuadras, que designará la Municipalidad, y a mas el recinto del Mercado”.

Quedaba convenido que “los carreros que ponga el señor Posse, llamarán a la puerta de cada casa, y pedirán las basuras domésticas, que serán recibidas por ellos en el cordón de la vereda, para ser echadas al carro por el mismo carrero”. Se aclaraba que la “producida por el barrido de las calles, será igualmente levantada por dichos carreros”. Se establecía que “las basuras serán botadas al norte, en los pozos que existen en la plaza General Urquiza; y al oeste, en los conocido por ‘de Sal’ y ‘Hospital viejo’, o en otros puntos equidistantes de los designados”. El contratista quedaba obligado al cumplimiento de todo lo que se estipulaba, bajo pena de multa de 10 pesos “toda vez que él o sus agentes incurriesen en alguna falta, salvo casos fortuitos o fuerza mayor”.

En el caso de que se rompiera alguno de los carros, se perdieran los caballos o tuviera un accidente alguno de los peones, se lo eximiría de la multa “hasta dos días después” del acontecimiento. Transcurrido ese término, estará sujeto a la sanción “si no alzase las basuras”. La Municipalidad se obligaba a abonarle 4.000 pesos plata anuales, “en las correspondientes mensualidades” y afectaba sus rentas en garantía del pago a Posse. “En caso de retardo que no pasara más de 30 días, abonará el interés del uno por ciento mensual por dicha demora”.