Evocación nostálgica de Maximio Victoria.
El célebre pedagogo tucumano Maximio S. Victoria (1871-1938) evocó nostálgicamente, en una conferencia en la Sociedad Sarmiento, las figuras que se movían en los años finales del siglo XIX en ese ateneo. “Desfilan por la memoria –decía- las épocas ya lejanas. El primer comité normalista, las clases para artesanos sostenidas penosamente por sus socios. Las ingenuas composiciones literarias, leídas en el ágape criticón y tolerante”.
También, “la vida nueva que traían los muchachos jóvenes y románticos, plumistas desenfadados del ‘Tucumán Literario’; los años de riqueza bibliográfica, en que se leían libros prohibidos y los versos melancólicos de Vallejo, la prosa colorida de Ricardo Mendioroz, la página clásica de Soldati, y se repetía, saboreando, la frase sonora de Bores”.
Se preguntaba “¿dónde andará buscando camorra, el espíritu sutil y fuerte de Amador Lucero? ¿Y la enjundia de Román Torres? ¿Si sabrá, en el limbo o en el olvido, la sombra correcta de Pedro Márquez, que las notas aquellas sobre el ‘Amor platónico’ de Laura, aún suenan, como cuerda dolorida, en el fondo de alguna reminiscencia perdida?”
Recordaba el “aire de escepticismo y de ironía” de Manuel Pérez; el “razonar fino y pulcro” de Tobías Córdoba; la “dogmática rotunda” de José M. Monzón; las estrofas “sonoras, pletóricas de armonía”, de Damián P. Garat; los “sonetos medidos y limpios” de Víctor Toledo Pimentel. Y “aquellos versos hallados de improviso en el silabario de Berreta, ¿qué se hicieron?”. Le parecía ver a Napoleón Vera hablando en presencia de Sarmiento; y hasta oía “la voz argentina” de Ernesto Padilla, mientras aprobaba sus palabras Rodríguez Marquina, “con aire quijotesco”.