Un complemento del traje masculino.
“Vara, por lo común de madera, con puño y contera, y más o menos pulimento, que sirve para apoyarse al andar”, dice una definición académica del bastón. En realidad, es tan antiguo como el hombre. Y suele figurar de paso en la historia.
En Tucumán, el periodista y político José Posse los fabricaba con un cortaplumas, para regalarlos a sus amigos. A veces prestaba servicios inesperados. Por ejemplo, el gobernador Miguel Nougués, al anochecer del 31 de enero de 1879, en la plaza Independencia, usó el bastón para repeler la agresión con revólver del periodista Benjamín Posse. Le asestó varios golpes en el cuello.
Era un complemento de la vestimenta masculina, tan importante como el sombrero. Podía servir para apoyarse, pero también para realzar la elegancia, acompañando el paso con sus voleos.
La gracia se concentraba en el puño: de oro, de plata, de marfil, con diversas formas y figuras. También llegaron a Tucumán extraños bastones defensivos, generalmente franceses, como el “bastón-revólver” del gobernador Benjamín Aráoz.
Como homenaje de amistad, las autoridades obsequiaban bastones a sus pares. O los intercambiaban: en 1915, al despedirse de Tucumán, el gobernador de Córdoba, Ramón J. Cárcano, dejó su bastón (de malaca, con puño de carey y oro) a nuestro gobernador Ernesto Padilla, quien le obsequió entonces el suyo.
El uso del bastón declinó a fines de los años 1920, para desaparecer por completo al iniciarse la década siguiente. Hoy solamente es usado por quienes necesitan apoyarse. El bastón coqueto y juguetón de la “belle époque” es cosa de museo.