Problemas con los alumnos santiagueños.
Como es sabido, el Colegio Nacional de Tucumán se inauguró en 1865. Funcionó hasta la primera década del siglo XX, en el local que hoy es sede de la Escuela Sarmiento. Tenía becarios de las provincias vecinas. Al respecto, es interesante la carta “confidencial” que el rector del Colegio, Benjamín Villafañe, envió a Absalón Ibarra, gobernador de Santiago. La publicó en 1914 José R. Fierro en sus “Documentos históricos” sobre el Colegio.
Le decía que algo a tener en cuenta en los becarios que mandara, “es la mayor o menor consistencia de ellos mismos y sus padres en el compromiso que contraen”. Si no iban a cumplir los cinco o seis años del ciclo, y pensaban solamente “estar cuatro o seis meses, un año o dos” para después irse, había que negarles el beneficio. Esto para que no “se defrauden los intereses y esperanzas de la Nación al fundar estos establecimientos”.
Citaba el ejemplo de los jóvenes Palacio, Achával y Villar, como “alborotados por irse”. Antes, se había ido el joven Frías. “¿Qué tienen, qué les falta? Mi madre me llama, dice el uno; estoy aburrido, dice el otro; necesito de calle, de aire libre, repite aquel de más allá”. A Villafañe le parecía imposible aceptar sus pretextos, porque “sería convertir en juguete lo que de sí es tan grave”. Había resuelto no permitirles salir del Colegio “sin que se sepa por qué salen y sin una orden expresa del gobernador de la Provincia que los ha enviado”.
En otro orden, le pedía que los becarios que mande, “no sean muy chiquitos”, ni “atrasados” en leer, escribir y nociones de cuentas. “Sobre todo, que sean algo inteligentes y de buen carácter, quiero decir no depravados ya”.