Un discurso en el Senado Nacional.
El teniente coronel Lucas Córdoba (1841-1913), además de desempeñarse durante dos períodos como gobernador de Tucumán, tuvo entre 1898 y 1901 una banca de Senador Nacional por nuestra provincia, para completar el período del general Julio A. Roca. El periodista Alberto Tena narraba una anécdota de esa época, que escuchó de labios del mismo don Lucas.
En el Senado, lo designaron presidente de la Comisión de Guerra. Allí, “tan conversador y anecdótico que era en la intimidad, vacilaba en hablar y tomar parte en los debates”, comenta Tena. Ocurría que lo intimidaba la presencia de su colega senador, el general Bartolomé Mitre, que ocupaba la banca del frente. La mirada de Mitre “lo anonadaba: le impedía expresarse”.
Pero llegó el día en que el senador Córdoba debía informar sobre el pedido de “una pensión graciable para dos señoritas muy virtuosas, descendientes de un heroico coronel”. Se trataba de las tucumanas Matilde y Francisca Piedrabuena, nietas de Crisóstomo Álvarez y del gobernador Bernabé Piedrabuena.
Cuando el presidente del Senado, Norberto Quirno Costa, dio la palabra a Córdoba, “el general Mitre fijó en él sus ojos. Don Lucas se lanzó. Conforme pudo, dio principio al asunto y, decidido, habló de las campañas militares de la Independencia y de la anarquía, trazando un paralelo de La Madrid, el guerrero del sable y de las vidalitas, y Tirteo, poeta y general ateniense”.
Narra Tena que “la pieza oratoria fue brillante. El general Mitre se levantó y le dio un abrazo. Y el doctor Quirno Costa, quebrantando el reglamento, propuso que se tratara la pensión sobre tablas. Se trató y fue aprobada por unanimidad”.