Un libro de actas de las sesiones secretas.
En la sesión del 6 de julio de 1816 del Soberano Congreso, el cuerpo se llenó “de amargura” al leer el oficio de vecinos de Buenos Aires, que se negaban a que su ciudad fuera capital y resolvían “reducirse a una de las varias que forman la Unión”. Reconocían al Director Supremo “en cualquier parte que este fije su residencia”, siempre que el Director reconozca la decisión de Buenos Aires y el reglamento que esa provincia confeccionaría “para su régimen interior”.
Pliegos de la Junta de Observación y del Cabildo porteño daban también cuenta de lo acaecido, así como de las medidas que tomaron para tranquilizar al pueblo. Según “El Redactor”, el cuerpo decidió dejar pendiente toda resolución, “hasta adquirir un conocimiento más completo de estos sucesos”. Además, en un oficio adjuntado por el gobernador de Córdoba, el diputado Miguel del Corro avisaba que, dada la falta de ratificación de los tratados con Santa Fe, “se habían roto de nuevo las hostilidades”, y pedía instrucciones.
Ese día, se acordó recibir en la sala al general Manuel Belgrano. Como su exposición sería reservada, se acordó que tanto ella como “cuanto en lo sucesivo se tratase en sesión secreta, se asentara en un libro sólo destinado a este efecto”. Se planteó si redactarían tales actas los secretarios solamente, o si podrían colaborar con ellos los oficiales de secretaría, que estaban “juramentados” sobre el sigilo. Decidieron dejar al arbitrio de los primeros valerse de los oficiales o del prosecretario, “según la mayor o menor importancia de los asuntos”. De manera que ese día se abrió el libro, cuya carátula reza “Actas Secretas del Soberano Congreso de las Provincias Unidas en Sud América”.